Hace aproximadamente treinta años, el P. Carlos Pérez me permitió compartir uno de los primeros documentos del que, luego, se convertiría en el Acontecimiento Mariano de San Nicolás. Lejos estaba entonces de imaginar que transcurrido ese tiempo, y por un misterioso designio de la Virgen, que así leo lo que sucedió, iba a estar íntimamente comprometida, consagrada a María, colaborando con el Sacerdote en este extraño fenómeno de la evangelización a través de la Poesía.
En el año 2008, el P. Pérez me pidió que lo asistiera en lo que podríamos llamar una suerte de taller literario porque, me dijo entonces, él escribía poemas y tenía interés en perfeccionar su escritura.
Tenía entonces entre manos una obra que traducía, en forma versificada, pasajes de la Sagrada Escritura y conformaría, luego, el libro Sembrando la Palabra, al que seguiría otro titulado La Palabra se hizo carne, ambos
editados en papel. Hago esta salvedad, porque más tarde aparecerían muchas obras en forma virtual, en el sitio web del Santuario Maria del Rosario de San Nicolás.
En esos tiempos, el Padre me hizo acordar de unos versos que una vez me había acercado y a los que yo les había hecho alguna observación. Debo confesar que los consideré simples balbuceos, y no les di demasiada importancia.
Después él me habló de su primer poema, un soneto dedicado a su madre, de 1954, cuando él tenía dieciséis años. Pero no llegó a mis manos en ese momento.
Así las cosas, y como siempre hago con mis talleristas, inicié lo que sería un largo viaje guiándolo a través de la reflexión poética. Es digno destacar que, ya desde el comienzo, sentí que Dios, a través de la escritura del Padre Carlos, se me hacía cada vez más próximo y de un modo sorprendente, que al principio me causó extrañeza
y perplejidad.
Más allá de mi situación interior personal, en la que los hilos de mi búsqueda de Dios, desde siempre, habían ido labrando una textura que luego me llevaría a la consagración a María, o, mejor: a Dios a través de la consagración a Maria, entendí que en el P. Carlos vibraba un poeta de rara calidad y profusa inspiración, de una riqueza y volumen poco frecuentes. Y ello respondía y conectaba ajustadamente con mis inquietudes.
Fue así como continuó el camino de la búsqueda por las vías de la expresividad, entramado por donde se deslizaría la aventura espiritual más interesante que me había tocado compartir, desde mi modesto sitio, junto a lo que terminé por valorar como la revelación y apertura de un misterio.
Intentaré explayar los meollos de este camino que se transformó en sinuoso y a veces oculto sendero, de la manera más clara que me sea posible. Observo
esto, porque las experiencias inefables son difíciles de aproximar, y a veces nos sentimos inútiles frente a su aparición.
Partiendo de la consideración de la versificación aludida más arriba, sobre la Sagrada Escritura, se me presentó la duda acerca de si se trataba de poesía en su sentido intrínseco, pensando en las premisas de la Poética moderna, donde el concepto de poeticidad trasciende la mera versificación. Di entonces, en el contexto de esta producción, leyendo todo lo que surgió después, en calificarla con el nombre de protopoesía, entendiendo que sólo había constituido un paso previo a la que luego sería una gran producción. La lectura de los poemas, en lengua original, de las poesías de Teresa de Lisieux, acudió en mi ayuda para conducirme a comprender que era un tipo de poesía que, sin alcanzar el estamento cuyo plus la determina en su genuineidad, no dejaba sin embargo de serlo. En efecto, todo texto escrito en líneas rimadas, que guarda una estructura, significa la intención autoral de escribir un poema; y no puede ubicarse
en la linealidad sintagmática propia de la prosa. De todos modos, advierto al lector iniciado en estas cuestiones, que existen hoy estudios y no poco enjundiosas discusiones, acerca de los límites que unen o separan la prosa de la poesía.
Acertadamente, el propio P. Carlos denominó a estos versos (los de mi llamada protopoesía así como los de Teresa de Lisieux) versificación poetizada.
Así, creo no haberme equivocado cuando, atendiendo a ello, le propuse escribir en soneto sus vivencias religiosas. Fue entonces cuando se abrió una puerta que traería frutos insospechados, porque produjo cien sonetos, que conformaron el libro Soy la luz, y luego los Sonetos para orar, hasta llegar a sus últimas obras, que dan muestra de un dúctil manejo de los cánones establecidos en la literatura castellana, para esa composición. Sonetos para ser leídos por gente sencilla, otros ubicados entre el conceptismo y
el culteranismo (Quevedo, Góngora), con predominio del primero; sonetos con figuras de sesgo antitético al estilo de Sor Juana Inés de la Cruz. En síntesis, juegos con la palabra de admirable tesitura, que me hicieron reflexionar acerca de que este poeta podía llegar a alturas insospechadas a través de otras estructuras. Antes de continuar, es preciso aclarar que los poetas que he mencionado figuran a título de referencia, porque en ningún momento, en esta etapa, le indiqué su lectura o relectura. Eso sucedió un poco más adelante. Pero en general, el P. Carlos siempre quiso servirse de lo propio interno, y doy fe de que huyó de posibles influencias.
Como la expresividad escrituraria conforma un conglomerado donde confluyen elementos de superficie y de diversa profundidad, presentes en cuestiones de clases o tipos (el soneto, la lira, el verso libre etc.), no puedo en este momento dejar de explicar que, desde
un principio, la poesía que me ocupa ha revelado un singular fenómeno: el remarcado uso del palimpsesto (capas de sentido subyacentes e imbricadas). Se me puede objetar que todo texto es palimpséstico. Pero mi respuesta, en este caso, sería el subrayar un palimpsesto que posiciona una mise in extremis (valga el híbrido neologismo); caso de palimpsesto donde un término dice lo que dice, pero hasta el fondo de sus posibilidades, expresa otra cosa, dando lugar a lo enigmático. Esto se debe a un ocultamiento, muy difícil de interpretar.
Posiblemente porque nuestro poeta es un latinista, suele ser dificultoso hallar los sujetos de verbos que, por otra parte, se imbrican, así como entender la aparición de formas gerúndicas sin sujeto o voces que surgen sin conexión con lo que las precede o continúa.
Me interesa insertar aquí la idea de que, lejos de tener la intención de agobiar al lector, estoy
intentando escribir la historia de la historia, porque los rasgos que surgen en la hoja en blanco, arman el mundo visible de lo que luego será el universo del sentido, no ajeno a las cuestiones que estoy desarrollando aquí. Se trata de una advertencia sobre la complejidad de lo más simple y viceversa, rasgo muy destacado en esta producción; estilema en el que máscara e intertextualidad recíprocamente se funden y fundamentan.
Así el proceso, no tuve necesidad de impulsar mucho a mi tallerista, para que éste, espíritu inquieto, se entusiasmara con el éxito de su aventura sonetística y buscara otras formas como la lira, que dio origen a ese libro extraño que es El jardín del pastor. Digo extraño, porque se trata de un pequeño tratado de teología, basado en el pensamiento tomista; poesía teológica iluminada desde la Escritura por el espíritu de San Pablo en forma de liras - composición que debemos a Garcilaso
de la Vega -; ya lejos de los decires medievales, que no constituye un territorio que los poetas transiten en nuestros días.
Dotado de una capacidad que, hasta donde mi experiencia me había llevado en la tarea colaboradora de su formación escrituraria, asistí luego no sin asombro, a una suerte de eclosión de poemas donde, desde el soneto rubendariano de catorce sílabas, (llamado alejandrino), el P. Carlos comenzó a escribir poemas alternando el verso heptasilábico con el endecasílabo, luego unas letrillas con versos octo y tetrasilábicos, y combinaciones del eneasílabo y el de trece sílabas. Todo esto se aprecia en el libro breve titulado Añorando la cima, que fue impreso en papel. No puedo omitir que él había sido lector asiduo y ferviente admirador de Francisco Luís Bernárdez, donde encontré una feliz coincidencia conmigo, pues a mí me había sucedido lo mismo en las lejanas épocas de estudiante
en la Escuela Normal. Lo novedoso en el P. Carlos fue que tuvo la idea de dividir el verso de veintidós sílabas de Bernárdez en estructura versicular de nueve y trece. A ello sucedió el cultivo de la serie endecasilábica, así como el fomento del verso heptasílabo en serie. Estos poemas contribuyeron no poco a su crecimiento lírico, porque como sabemos, estos metros pertenecen a lo más granado y prestigioso de la poesía castellana. Tengo que expresar que me asombró la ductilidad con la que él se desenvolvía en estos avatares. Mientras tanto, aparecían otros caracteres retóricos, como por ejemplo, muy remarcado, el efecto de atribuir a un sujeto temáticas que en realidad estaban dirigidas a otro o a otros, en una especie de técnica de enmascaramiento, donde la máscara abría brechas espirituales para un ahondamiento respecto de sentimientos, intenciones, búsquedas, encuentros, desencuentros que, ya desde entonces, y pienso
que desde siempre y en él, diseñaban un sendero, ese sendero suyo del buceo a la búsqueda del encuentro con el rostro de Dios. El tema de la máscara se relaciona con el palimpsesto y su resultado es el enigma. El enigma aquí, con frecuencia apunta al hermetismo.
Entonces, palimpsesto acuciante. Máscara e intertextualidad. Máscara, enigma, hermetismo. Y agregamos: también, a veces, claridad meridiana. Puntos opuestos de una Poética del contraste.
Fue en ese instante cuando pensé en guiarlo hacia la creación del versículo libre.
Así, apareció Otoño, libro paradigmático no sólo por su perfección formal, sino porque mostraba un verso libre, en el sentido de perder la rima. Para el P. Carlos no resultaba empresa atractiva porque, ya lo dije, él se movía cómodamente cuando la estructura métrica o de rima, le proveían de un encuadre. Pienso que en este lugar vale la pena una
trascripción demostrativa de lo que llevo expresado. Es breve pero densa y elocuente. Su temática está regida por la vida sacerdotal del poeta y, además, muestra una clave de lo que luego será la apertura de magníficos paisajes contemplativos que su pluma habría de regalarnos. Esa clave es el silencio y el poema de Otoño se titula "El secreto":
la vida serpentea / y gusta deambular en pedregales / buscando su horizonte / en portales de sol anochecido / celoso aquel sendero / cuya estrella enriquece mis razones / de página encendida / cobijada por techo dadivoso / yo vivo entre los hombres / y gimiendo a la par de mi carrera / descubro sedentarias / las legítimas voces que decantan / y guardan mi secreto / en misterio recóndito del monte /me recuesto en la cima / y descubro la hondura del silencio
Obsérvese la falta de mayúsculas y de puntuación. Salvo cuando se trata de nombres
relativos a la divinidad, el primer detalle se destaca en esta lírica, así como lo relativo a la puntuación. Interesa esta observación porque, respecto de las reglas sintácticas de la escritura, es un rasgo anárquico desde el punto de vista específico que trato aquí. Y tiene relación con la poesía libre. Esta cuestión, como se verá más adelante, no es menor, habida cuenta, aparte, de la contradicción entre estructura y anarquía.
Al momento de escribir este artículo, y casi por una feliz casualidad, tengo de nuevo entre manos aquellos poemas (de 1979) a que aludía al principio (que yo había desestimado), donde observo una tendencia hacia el verso libre. Este detalle me hace pensar que posiblemente nuestro poeta recaló en aquel antecedente para amoldarse a mis indicaciones que dieron lugar al nacimiento de Otoño.
Me interesa aclarar, aquí, que la manifiesta intención de escribir sin rima,
aparece en varios de estos poemas; y esto es mucho antes de que encare, decididamente, el cultivo del versículo libre. A propósito de esta forma, cabe señalar que habíamos reflexionado bastante acerca de la poesía de Vicente Aleixandre, en el marco de la célebre Generación española de 1927 que, no olvidemos, nació bajo el nombre de una conmemoración de Luís de Góngora, padre del culteranismo. Existe una extraña relación entre esta vertiente y el verso libre, pero el desarrollo de esta temática excede los límites del presente ensayo.
Retomando y resumiendo entonces, la lírica del P. Pérez, se fue extendiendo a través del reiterado cultivo del soneto clásico y también del alejandrino, la lira, los versículos antes mencionados, algunos poemas de signo irregular como el eneasilábico, coplas, cantares, algún romance, etc. hasta que, luego de muchas publicaciones, arriba al libro Sinfonía del alma, donde
inicia su experiencia de versículo ya totalmente libre. Digo con cierta impropiedad "totalmente", porque en realidad todavía se apoya en construcciones clásicas endecasilábicas. De todas maneras, ya la poesía de Aleixandre había canonizado el versículo libre en su apoyatura endecasilábica, como forma paradigmática de perfección y singular musicalidad.
Considero importante transcribir aquí, el que califico como el primer poema escrito en versículo libre, ya que de las formas tradicionales y semilibres mencionadas, irán apareciendo ejemplos a lo largo de este trabajo. Bajo el título de "Mi navío" se lee:
Como nave que surca / el oleaje del mar embravecido / divisando mi puerto / en la costa cercana / añoraba las horas / de expandirme en la arena de la tarde / contemplando / la belleza del mar / el reposo del sol / y el de las horas / en la noche de estrellas / y el morir de algún día /
en el crepúsculo // mi navío / va rozando la meta de su vuelo / y comienza a gustar el descanso que asoma / anhelando / encontrar la mirada de la tierra / que señale los tiempos / de soñar travesías / de amarrar el destino / y engolfada en el agua de ese azul entrañable / beber de su sendero / aguardando / el último avatar de la promesa
También considero interesante recordar que, si bien en los poemas de 1979 aparece la tendencia hacia el cultivo del versolibrismo, sólo opera como mero antecedente de lo que luego el poeta habría de crear. En realidad, el suyo es un caso extraño debido a su intermitencia; porque durante décadas estuvo oculta la vena creativa que luego, finalmente diera tan brillantes resultados.
Creo con esto dar por terminada convenientemente la parte que se refiere a este campo desde la superficie de los textos que me ocupan. Rasgos estilísticos más detallados se podrán
apreciar a lo largo del área del contenido en relación, también, con el entramado de la metáfora y el símbolo.
Todo pertenece a un todo y hacia allí nos dirigimos.
Cuando Martin Heidegger escribe esa obra monumental titulada Ser y Tiempo, no imaginaba, seguramente, que estaba urdiendo una trama sobre la que se apoyarían muchos estudiosos de la poesía moderna. De todas maneras, se podría llegar a pensar que por su mente transcurriría la idea del fenómeno poético en sí (No olvidemos que, posteriormente se referirá al poeta como el vidente, el que ve la verdad.), ya que reconoció en un poeta alemán, Friedrich Hölderlin, el icono que da cuenta, según el filósofo, de la máxima perfección poética.
Expreso esto, porque luego de efectuar mi largo recorrido de seis años por la poesía del poeta que estamos tratando, y proyectando la redacción de este artículo, todos los caminos me han conducido a la conclusión de que esta lírica se encuadra en el interior del espacio que instauran dos coordenadas: La del ser, en lo que significa el suelo donde aposenta en singular itinerario;
y la del tiempo que, ya desde los primeros versos, por así decir, el P. Carlos esgrime como un marco de referencia. Éste ha de regir toda la obra entregándonos, en la sumatoria de los libros, un sendero que nos invita a profundizar la exploración hacia adentro, mar adentro por el camino de la vida y de nuestro interior hacia la meta que, en dinámica elipsis, coincide al fin con la fuente primigenia. Elipsis y círculo. Hombre y eternidad.
A continuación, presento textos de su primer libro Soy la luz y del último, El anuncio del sol:
Mi vida se resume en propio tiempo / y busca atardecer en el Eterno / infinita es la luz que da lo eterno / y es pobre de por sí la voz del tiempo // pero Dios ha querido que en el tiempo / encontremos las luces de lo eterno / en palabras que expresan al Eterno / con las sílabas pobres que da el tiempo // glorioso es el camino que el Eterno / nos hace descubrir en este
tiempo / cual docencia que ofrece el bien eterno //qué dichosa la vida de este tiempo / si nos abre las puertas del Eterno/ caminando en las alas que da el tiempo
Sé que en la tarde habré podido / regocijarme en la conquista / y rumiar el caudal de la palabra / y salmodiar la altura / en un tiempo profundo / a las flores que emergen con su cántico / en la falda del monte / en mi propio sendero / o en las nubes que ensayan sus coloquios / habré visto la cima / donde habita el guardián de ésta mi tierra / donde tiene el recinto / que es música en el diálogo / y prepara la fiesta que hoy aguardo / de encuentros eternales / en la enhiesta mansión que fue donada ...
Si leemos cuidadosamente los textos expuestos, notaremos que es del tiempo y del camino a lo que se refieren. Es la visión de la vida humana, desplegada a través de
la categoría temporal y su hacerse de una en otra instancia, tendida siempre hacia su completud.
Considero que esta temática merece una profundización.
Cuando Heidegger apunta al camino que va desde el nacimiento hasta la muerte, habla de la cura. Curándose a cada paso, el ser humano, arrojado en el mundo con los otros va configurando su esencia en la existencia. Hay un interesante poema de nuestro poeta, titulado "Fiesta", perteneciente a su último poemario que expresa, en unos versos, lo siguiente:
esos arpegios que en mis pasos transcurrieran / la voz que cura y providente / nace del cielo con vigor que centellea
Es evidente que su mirada no es filosófica al modo heideggeriano, pero sí se trata de una visión teológica, donde Dios es la providencia eminente que se presentiza en cada paso que el hombre da durante el transcurrir del tiempo. Dios es la cura por excelencia.
Porque, a diferencia de Heidegger, el hombre es un ser para la muerte, pero trascendiéndola, eje axiomático del pensamiento cristiano.
Pero mientras atraviesa la vida, y por una cuestión relacionada con el sentido de la libertad, el hombre habrá de atravesar luces y sombras. Y allí Dios ejerce la cura.
En este sentido, cabe adelantar que esta poesía oscila, como veremos, entre el tomismo y el neoplatonismo agustiniano. Una suerte de textura entre lo apolíneo y lo dionisíaco, lo último de lo cual se adensa, y no es casual, en sus versículos libres.
Como según he planteado desde el comienzo de este ensayo, el pensamiento de Martin Heidegger rige el hilo filosófico de un apropiado análisis, a través del cual me guío para desarrollar mi interpretación de esta poética. Ello me obliga a referirme brevemente al universo de la Cuaternidad que el filósofo despliega frente a la poesía de su alter ego, F. Hölderlin.
A partir de la fuente originaria, decimos nosotros (Estoy construyendo una osada trasposición entre lenguaje religioso y lenguaje filosófico. Recordemos que Heidegger lleva el ser al pensar), la tierra aparece en el despliegue de la esencia que estalla en cuatro direcciones: la de la tierra, y en ella la de los mortales; y la del ámbito celeste que corresponde a la divinidad.
Esta urdimbre asegura el sostenimiento en equilibrio de lo que nosotros llamamos la creación, a fin de que el todo arraigue en una tensión sustentadora del mundo
de la vida.
Me he referido a estos conceptos ya en cierto ensayo que escribí sobre la poesía de otro autor de índole cristiana; y lo traigo a colación, porque es notable cómo la visión de Heidegger puede ajustarse dentro de límites razonables, a los poetas religiosos. Porque la cosmovisión heideggeriana ilumina conveniente y minuciosamente lo trajedioso del camino del hombre, ser - allí (da - Sein) y es por esto que se revela su propiedad para mejor captar los textos de la poesía moderna. La diferencia se juega en el trascender la muerte por parte de los poetas cristianos.
En el caso del poeta que me ocupa, se puede afirmar que su palabra brota en un continuum de fuerza creadora que nos recuerda al fluir y refluir del que nos habla la Teología Negativa de M. Eckhart. Aquí no se trata de esta teología, pero el flujo y reflujo del manar permanente de la fuente (el Dios trinitario, aquí en actividad
muy remarcada) sobre la tierra, vitaliza y revitaliza constantemente los paisajes de la naturaleza, donde despuntan la montaña, que es el monte de la salvación, el agua, los vergeles, en general la tierra con su siembra y su cosecha, la lluvia que la fecunda pero luego se transforma en un río o en mar que surge tempestuoso o sereno. Y allí está el hombre, el Pastor y el rebaño que también es semilla y apertura de floraciones que expresan el fruto de lo que se ha sembrado.
Se trata de la iluminación lírica, dinámica, de la Cuaternidad que plantea el filósofo; aquella que genialmente refleja Hölderlin en su célebre poema "Pan y vino".
En síntesis, para nosotros, es la historia de la salvación a través de la metáfora continuada, o la metáfora - símbolo. Porque debajo de cada imagen de la naturaleza que aparece, subyace un ser humano y su sentido trágico; o muchos seres humanos con su historia
de vida en el valle de lágrimas, siempre abierto a la dimensión de lo celestial, donde el Padre aguarda en la morada, con su infinito amor misericordioso.
Si quisiéramos establecer una centralidad aglutinante de todos estos elementos, podría explicarse que, bajo el dominio del amor de Dios y tendiendo siempre hacia la meta soñada, que es la "patria querida" (de la que Plotino nos hablaba en sus célebres Eneadas), de modo permanente aparece la lucha contra las fuerzas dionisíacas de la tierra y sus instintos ("este suelo" escribe reiteradamente el poeta), y las apolíneas de la alta espiritualidad, la belleza y la perfección. Es de notar que en la tensión entre la cima y la sima, la cumbre y el abismo, la noche y el alba, siempre prevalece el alba, la dolorosa y amorosa tendencia del hombre hacia ella, aún cuando lo rodeen las más aterradoras tinieblas. A la caída, opone el amor misericordioso que la supera,
la absorbe y conduce a la persona hacia el regazo de ese Padre, que es fuente de toda consolación.
Pero si hay un elemento religante entre lo expresado y, sobre todo, en el centro del mundo de los sentimientos, ese elemento es el silencio. Porque es a través de él, que contradicciones y antítesis fraguan la índole de esta poesía, que resignifica el sentido de lo paradojal y enigmático. Palabra y silencio instauran una dupla lexémica rubricante de toda la expresividad y su sentido. Aquí hallamos la relación estrecha del significado con el significante al que nos referíamos más arriba, cuando aludíamos al cariz palimpséstico y enigmático de esta escritura.
Como a través de tan vasta obra es harto dificultoso agotar el todo de lo que se desearía ejemplificar, y a fin de que el lector pueda apreciar "de viva voz" lo que esta lírica ha querido plasmar, estableceré ámbitos funcionalizadores
de cierto matiz antológico, extraído de la lectura de las diversas obras comprendidas entre Soy la luz y El anuncio del sol.
Planteada así la situación lírica de esta producción, diré que su primer libro Soy la luz, es guía segura para abrir diferentes puertas, las de las vertientes que, a lo largo de todo su desarrollo, esta poesía ha de mostrar: la Virgen, la divinidad, la fuente, la creación, la naturaleza contemplada en su raigalidad, y el devenir de los avatares de la vida humana, con permanente presencia del sentido del combate espiritual y la instauración del Reino de Dios por la cruz como crisol y prisma, en el siempre sacral territorio de la salvación.
A continuación desarrollaré brevemente cada hito del sentido general aludido, con ejemplificaciones que posibiliten al lector penetrar en la hondura de la significación, esto es: el resultado de la trama que llega al borde donde se tocan
metáfora y símbolo y exponga el esplendor de una poeticidad que, invariablemente, conduce a la oración.
Si bien Dios y su misterio conforma el tema central de su obra, nuestro poeta se sitúa desde el comienzo visualizando la figura de María, como un centro del corazón sin cuyo fuego no hubiese sido posible la llama de amor viva, pensando en San Juan de la Cruz, que diera lugar a la Encarnación del Hijo de Dios.
La búsqueda de la madre, aunque no aparezca con demasiada frecuencia a lo largo de la obra, subyace en el clamor casi constante que se emite dirigido al Padre, que es origen, fuente, cura y final.
Su obra Camina y sonríe, que comprende los poemas de 1979, configurado últimamente, se inicia con la imagen de la madre. En Soy la luz, primera obra con que comienza la época tallerística, sucede lo mismo: ubicado el poeta en "El Santuario de María", completa, dedicados a la Virgen, una decena de sonetos, en uno de los cuales leemos:
María es aquel nombre que proclama / las grandes
maravillas que en su vida / el Padre concediera a su elegida / que en su gran humildad nada reclama // es la Madre de Dios que a todos llama / a gozar como hijos que ella cuida / la pureza en que fuera concebida / y el amor con que a todos nos inflama // eres bella sin par Virgen María / eres fresco vergel donde aspiramos / las flores que el Señor sembró en tu vía // es gloriosa tu gracia que admiramos / eres toda de Dios que en ti porfía / reflejarse en la luz que caminamos
Más adelante, escribe un libro que, precisamente, se titula El libro de María donde, a través de diferentes estructuras en las que se destacan series endecasilábicas, liras y versos de nueve y trece sílabas, sin dejar de lado el soneto, manifiesta ya una mayor madurez lírica. Lo vemos en las alabanzas finales a la Virgen, de las que extraigo un fragmento:
Madre del Hijo y de los hijos / que nos redimes con tu cruz en cada
gota / fruto del árbol de la vida / con que alimentas como pájaro en la boca / canto a tu nombre que es María / Madre que llevas a la patria esplendorosa!
La figura de la Virgen continúa, en diferentes obras, apareciendo aquí y allá, sobre todo metaforizada en la rosa; pero a mi juicio, las palabras más estremecedoras y traductoras de lo que ha sido Maria en la historia de la salvación, se encuentran en el libro La pasión, en el episodio en que Jesús la ve, a la vera del camino de su tormento. Transcribo sólo un fragmento breve:
ella quiso sangrar con tu pasión / tus dolores, tus lágrimas, tu acoso / y sólo su figura te cimenta / cobijando tu ser que fue su todo / fuiste el hijo sublime de esa estrella / y ella fue la matriz en ese otoño / donde caen las hojas que se mueren / porque surge otra flor en ese tronco / María con la fuerza de tu gracia / sólo pudo mirarte en tu despojo / y
abrigar las angustias de tu alma / al callar ese llanto entre cerrojos /
Retomando el motivo de la rosa, en el marco de una lejana tradición, la rosa, entre otras significaciones, encarna el símbolo de la unio mystica, vale decir: la íntima unión trinitaria de tres personas y un solo Dios, y la unión del hombre con la divinidad. Emergente de esto, la rosa simboliza también a la Virgen María. En esta obra, recordamos que, como es conocido, el rosario que se reza en ofrenda y alabanza de la Madre de Dios, tiene su origen en la Edad Media; y su nombre proviene del término rosenkranz, que alude al enhebrar las cuentas de rosas, figuración de cierta letanía en honor de la Virgen. El nombre de esta flor constituye un leit - motif en esta poesía extensivo, por analogía, a personas consideradas orantes y virtuosas.
En un poema paradigmático del libro Plegarias, titulado "Rosa que vistes mi jardín",
nuestro poeta le reza a la Virgen:
rosa divina que en la primavera / germinas vida musical portada / que riega el aire musitando arpegios / y luces brillo que al nacer estalla / yo te contemplo de hermosura esbelta / y me subyuga tu color que sangra / vertiente clara de licor que sabe / a miel de néctar que fue roja y blanca (Otros motivos de esta lírica son distintos nombres de flores y elementos de la naturaleza como el bosque, las aves, el agua en diversas vertientes, el sol, el árbol, y muchos más que el lector ira descubriendo a lo largo de mis ejemplificaciones. Su tratamiento detallado excede los límites del trabajo.)
Luego de este tratamiento de la presencia de la Virgen María, que en realidad en este artículo funciona a modo de pórtico, pasamos a considerar el verdadero núcleo del pensamiento originante de esta poesía, centrado en el amor trinitario y, sobre todo, en la figura del Padre.
La imagen de la Santísima Trinidad, es presidida por la inconmensurable presencia del Padre. Más adelante en el Hijo, traduce una forma inserida del propio poeta; y oficia como apertura a la temática del Pastor, y también a la del sembrador y la semilla; todo ello en la Luz y el Soplo del Espíritu Santo, síntesis, aglutinante del amor trinitario.
El Padre, el Pastor, la siembra, la semilla y la cosecha, son claves que aparecen a todo lo largo de esta obra. Pero hay un poema en especial que, a mi entender, es reuniente del esplendor de esta profesión de fe, y a la vez culmen de los anhelos del alma, que se titula "Audacia", y da origen al libro del mismo título. Pienso que frente a la raigal transparencia iluminadora del texto, no son necesarias mis palabras que sólo comentan e interpretan, por lo que considero conveniente cerrar este apartado con la trascripción del poema completo.
Debo advertir
que si bien este apartado aparece breve, en realidad su contenido impregna todos los desarrollos que, desde aquí, explayo en este trabajo.
Audacia
Canto a mi Padre que en la gloria / eternamente mi existencia concebía / y en su infinito pensamiento / ardía la sombra de su luz que encandecía / él me miraba en su ternura / y con su diestra acariciaba mi fatiga / que en una tarde de mi tiempo / apareciera con las coplas de su brisa / y desde siempre en sus entrañas / he palpitado su mirada en mi pupila / y he cobijado aquel misterio / de tanto amor que en mi figura se mecía / no pude verlo como fuera / pero yo sé que mi presencia apetecía / y fui llamado en su designio / y preparada la misión que él pretendía / la misteriosa comunión / que con el Padre desde siempre fue vivida / pasó por siglos de silencio / hasta que yo pude beber mi propio día / y ya en el aire de la gracia / me hizo consciente
de la paz que entretejida / en los jalones de la tierra / fue aquella paz que en mis sentidos florecía / por ser el hijo que en el Hijo / pudo clamar por el Espíritu encendida / tú eres mi Padre soberano / el Abbá fiel que me estrechara con su vida / he sido el hijo más pequeño / para poder introducirme en esa herida / que hubo nacido por amor / como alimento que el pelícano encendía / porque la sangre de mi Padre / se fusionaba con la sangre que es la mía / el Padre y yo ya somos uno / en aquel Verbo que esmaltaba lo que hacía / y me llevó con su palabra / hasta beber la voz del Padre que hoy es mía / / Canto a mi Dios en estas letras / que sólo saben ofrecer agradecidas / suprema gloria y alabanza / a quien su sangre entró en mi cuerpo que nacía
A continuación, meditando en el modo como este núcleo eminentísimo se expande, trataremos el tema de La Fuente.
La Fuente
En el
poema "La Fuente" de Soy la luz, leemos:
De tu fuente la gracia redentora / es agua que perdona al que ha pecado / es vida en que se ofrece el bien amado / y es fuego que ilumina cada hora / / eres tú mi Señor en quien te implora / el cauce que regara su pasado / y en vertiente que en fruto madurado / impulsa la semilla que ya aflora //oh fuente que te expandes en canciones / jardín que en tu fragancia iluminada / nos ofreces la fuerza de sus dones // // sólo puedo vivir desde mi nada / abrevando en la luz que tú propones / y es río de agua viva enamorada
En la misma obra, esa fuente se transforma en manantial, y así nos dice, en la poesía de ese nombre:
Manantial que apareces en la roca / inquieto por brindar el agua pura / que se ofrece en el monte o la llanura / y alientas la ansiedad de quien te evoca / / eres clara surgente que provoca / saciedad en la sed y tu frescura
// alivia el caminar en la espesura / de quien sufre la fiebre de Tu boca // tú das luz en el agua cristalina / y alimentas al hombre que requiere / / superar el ardor mientras camina // Dios, todo el manantial que el hombre quiere / descubrir y gozar cuando adivina / que es la sed del amor lo que lo hiere
Es necesario expresar que estas imágenes también aparecen a través de diversas impostaciones en toda la producción, lo que nos da la pauta de la implicancia contemplativa que conforma y diseñan su itinerario.
Parafraseando a Borges, pensamos en un jardín perdido, que manó de la Fuente, y luego se dispersó a través de la creación y las creaturas. Surge así un universo al que sólo podemos acceder certeramente por medio de la oración y la contemplación. Y nos encontramos con los cuatro elementos que exaltaron los griegos: el agua, en diversas tonalidades, el aire, la tierra, el fuego, en versos que cantan al bosque, que no es locus amoenus sino laberinto donde florece la noche espesa, a veces noche iluminada que veía Hölderlin, o noche aletargada de la confusión y el abismo. Es aquí cuando surge la imagen del Pastor - Sembrador referida más arriba, y toda la temática de la siembra y la semilla, el vergel en la pradera, afectados por lo "imposible necesario", al decir de Hugo Mujica, del Reino y sus confines, en aras de la búsqueda y la misericordia; todas ellas regiones atravesadas por la Pasión del Señor. Es la gesta de la
espiritualidad que conduce hacia la meta, el encuentro definitivo que, en esta poesía, aparece metaforizada en la imagen de la montaña o el monte, y también en todas las otras creaturas que cantan, con su sola presencia, un permanente saludo de alabanza a su creador.
De fuerte impronta franciscana, como ya llevamos dicho, el tema de la creación y la respuesta que elevan con unción las creaturas, establece un diálogo originado en una actitud contemplativa.
Sólo muestro fragmentos, porque pertenecen a poemas extensos que el lector podrá completar, en su lectura personal. Pertenecen al libro Contemplaciones:
Vivir es contemplar / los acentos del trino de los pájaros / irradiando alegría / anunciando los sonidos del alba / invitando a cantar las alabanzas que nacen / al beber la belleza del estío / al pasear por los montes solitarios que hablan / al vestirse el jazmín de terciopelo
/ y al sangrar de esa rosa ya madura y sedienta / de empolvar los vergeles con la ráfaga / de su esbelta fragancia / que pura y complaciente / se goza en aletear entre sus pétalos / y conduce a lo alto
Y continúa:
Vivir es contemplar / la faena que surge de la siega / el pan que en el sudor fuera regado / la viña enriquecida en los racimos / que trémulos anuncian / la hora de engendrar el nuevo vino
En Audacia, "La creación" y "El canto de las creaturas" nos transmiten textos como los siguientes:
Eterno manantial que bordeas / el tiempo de la vida que crece en sus ensueños / tus aguas serpentean en la senda del monte / tu lúcida faena va engendrando / raíces que humedecen la tierra / ramajes de cipreses escriben sus arpegios / frutales de aquel suelo que fértil da su vida / recorriendo los cauces de la fuente / el intrépido andar de tus gotas que entonan / su coral
/ el silábico cántico que escucho en el arroyo / la sutil estocada que atraviesa vergeles centenarios /
Y prosigue así, desplegándose del mismo modo como la vida se despliega y crea y crece a través de los acontecimientos elementales de su expansión.
Es debido a esto que, aunque ciertas ideas aparezcan abundantemente reiteradas, no redunda. El lenguaje se ha asimilado al poder creador de Dios.
No menos rica, la respuesta de las creaturas se hace oír de modo singular:
Creaturas que entregan los destellos / de la fuente que baña la retina sedienta de mis ojos / creaturas que cantan lo que anida en su seno de frescura / yo quisiera beber / armoniosos arpegios / y quisiera leer en su misterio / la plácida versión de la verdad increada /
Este poema, cuya lectura sugiero al lector la efectúe en forma completa, es claro ejemplo de lo que expreso más arriba
respecto de la profundidad de los versos de este autor, que sólo una mirada contemplativa o fenomenológica podrá abarcar en toda su magnitud. Porque no son las creaturas, ellas, quienes cantan en el texto, sino que su canto, a través de la mirada vidente, el poeta, refulgen desde el seno mismo del Creador; y su destello aparece a través de la tesitura del canto poético. A ellas ya se refirió en el poema anterior. Ahora busca su esencia, y con ella el canto se desgrana entonces como una continuada metáfora de lo que no aparece. El fenómeno ya no interesa. Vale su posibilidad de que sea abierto por la mirada del que escribe, en función demiúrgica. Y requiere del lector una sutileza especial, que le permita allegar a lo más hondo del sentido.
Introduciéndonos ahora en el ámbito específico de esas creaturas, observo que ellas se hallan enmarcadas por dos en especial: el mar, símbolo derivado del agua originaria,
y la montaña. En el espacio comprendido entre ambos hitos, aparecerán las figuras de todas las otras.
Respecto del mar, y aunque me aleje por un momento del corpus establecido, brevemente expresaré que en aquel poema de adolescencia dedicado a su madre, surge el tema del mar. Lo curioso es que este mar, se relaciona con el primitivo contenido del símbolo hebreo: mar como leviatán, lugar de peligro y pérdida. Precisamente, se trata de un niño perdido en el mar, que busca el regazo de su madre.
Ya en su etapa creativa, poética en sí, en el libro Destellos de Dios, nos hallamos en presencia del mar, símbolo de derivación cristiana, vale decir: imagen de Dios:
Magnífica grandeza derramada / oleaje cuya fuerza es alimento / camino de aquel barco que sediento / cosecha en tu sendero marejada // tu voz como si fuera la alborada / capaz de provocar en voz de viento / castillos de la arena
en el intento / y clamor de las rocas amuradas // oh mar, eres espléndido sendero / que llevas en tus venas y en tus alas / las aves y los peces de tu alero // es tu seno infinito que regalas / en luces a distancia cuyo esmero / provoca la canción donde recalas
El tema de la canción, rilkeano por cierto, constituye aquí un anuncio de la Palabra cumplida, el encuentro con el rostro de Dios. No perdamos de vista que en este poema se aglutinan, en clara alusión al Espíritu Santo, el viento, creaturas de los aires y del agua: las aves y los peces. Todo ello nos remite a la visión de un mar que es origen y destino a la vez.
En un soneto de Sonetos para orar II, encuentro uno que es paradigmático relativo a esta temática, titulado "Espíritu de Dios", donde el lector podrá apreciar cómo se concatenan los elementos del cielo y de la tierra:
Espíritu de Dios que nos habitas / y buscas aliviar
nuestra flaqueza / no sé orar como quiero en mi pobreza / cuando el Padre es el agua en que me invitas // apiadado de mí tú resucitas / el deseo del cielo y su belleza / y provocas clamores donde reza / tu búsqueda filial que en mí suscitas // llamo a Dios mi Abbá luz inefable / él nos pide buscarlo en la bonanza / como Cristo con voz inapagable // y expresando en amor toda esperanza // descanso en su gemido inenarrable / navegando en el mar de su confianza
La montaña o el monte ya aludidos, símbolos de una escalada, pero también de la meta que incansablemente se persigue, conforman una ocasión rara del despliegue de algunos elementos ya señalados. En el poema titulado "Viviendo la montaña" parte II, de la obra Infinita eternidad se lee lo siguiente:
Espinas pedregales / y el angosto camino se transforma / en la senda de amor / porque llevan al hombre a la corona / del monte silencioso / que aguarda
entre sus piedras al que llora / al que canta en su risa / al que busca beber en una rosa / la subida reclama / que el amor por el monte sea una roca / la estadía en su cima / describe que no existe en quien la goza / otra cima en la tierra / que no sea la cumbre que provoca / estallido en el alma / por vivir los vergeles a su sombra / la cima de este monte / aguarda en los atriles de su fronda / ofrecerme canciones / y vivir el preludio de mi gloria / la que busco entonar / en alturas que entregan lo que añora / el humilde que pasa / cuando sabe que el tiempo se equivoca / ofreciendo en la tierra / fugaces mensajeros de su historia // sólo Dios es la cima / y allí busco encontrarme con mi rosa
Dice: "al que llora", aludiendo a la noche de la prueba y el dolor, hacia cuyo tratamiento apuntamos a continuación.
Más allá del motivo de la espiritualidad cristiana de la noche oscura, mentada por la genialidad de San Juan de la Cruz, a la que el poeta canta en los primeros versos de El libro de la noche, aquí me interesa destacar el asunto de la noche taciturna, o aletargada, como él la califica. Lo percibo en uno de los poemas más trágicos de esta lírica. Expreso que me interesa particularmente, porque a mi entender es también preludio del tema del Pastor, cuya presencia rescata y salva.
Es en esta poesía de la noche donde como en pocos lugares, se aprecia el combate espiritual, la tensión entre cielo y tierra, la caída, lo dionisíaco que pugna, no obstante por liberarse de su oscura carga, y tiende hacia la perfección de lo apolíneo, lo claro, ordenado y puro. Transcribo sólo la parte I a causa de su extensión, invitando nuevamente al lector a completar la lectura:
Noche de sombras y de brumas / que
te enarbolas misteriosa en veleidades / noche que oscura y taciturna / pasas flotando entre mentiras y verdades / tú sabes bien que padeciendo / sin luz de sol ni resplandor en hondo valle / no puedes ver en la distancia / y sólo alcanzas a cubrirte con imágenes / es rigurosa tu prestancia / porque disciernes sin mirar en este viaje / y entregas hálito de vuelos / cuando consigues entregar voces fugaces / en esta lóbrega orfandad / todo sendero lo consigue tu andamiaje / y aún a tientas vas hollando / con la esperanza de quien busca otro pasaje / noche severa por oscura / y oscuridad en que no encuentro variedades / silencio puro son tus horas / y taciturna la hosquedad de tu paisaje / noche alumbrada sin estrellas / tú sólo guardas los destellos que se apiaden / sin claridades que pudieran / desenterrar tanto secreto donde yacen / noche temible ya en camino / hacia los rayos que te anuncian sus cantares
Como contrapartida,
según lo anticipaba, aparece la imagen del Pastor y sus hitos consecuentes. Un ejemplo se halla en el libro de liras titulado El Jardín del Pastor. Extraigo además algunos ejemplos de otras obras, a fin de destacar su relevancia.
De El jardín del Pastor:
Rebaño iluminado / donde el Padre me hizo su testigo / yo soy el enviado / que ofrece de su trigo / y al hombre lo recibe como amigo // el hijo que sencillo / de pobre corazón y humilde braza / descubre en aquel brillo / de cielo que no pasa / el secreto de amor que lo traspasa // mi Padre se ha mostrado / en el plan redentor que ha concebido / ustedes han gozado / redil enaltecido / en la mano que salva al desvalido // sublime aquella alianza / que del cielo trajera tal ventura / el hijo en su alabanza / dirige a gran altura / gratitud y bondad en su alma pura
En la obra Añorando la cima, hay un poema titulado "Aquél pastor", respecto
de Jesús, el Pastor por excelencia:
Pastor que en tu palabra y tu silencio / me conduces en pos de tu callado / pastor que reviviste en las ovejas / congregando en un único rebaño / Señor que me entregaste con tu muerte / la certeza de verme restaurado / tú alimentas mi llama con tu cuerpo / y enciendes con tu amor al que has llamado / me conoces y buscas por mi nombre / guardando mi existencia entre los brazos / tú me buscas allí donde he perdido / el sendero que a tientas he soñado / me cuidas del embate que enemigo / intentara sacarme de tu lado / te enfrentas con las fauces de la fiera / que al redil ha querido derribarlo / enciendes con tu voz una esperanza / y aligeras al hombre atribulado
Obsérvese la presencia del fuego, en esa llama que nos recuerda la "Llama de amor viva" de San Juan de la Cruz, y el juego lexémico entre "llama" y "llamaste".
En cuanto al motivo de la siembra
y la semilla relacionado con el Pastor, que es también Sembrador, sólo transcribo unos fragmentos del poema "Simientes que en la noche" de la obra Meditaciones:
Simientes en la noche / que escondidas engarzan en la tierra / simientes ambiciosas / de frutos madurados en la huerta / felices esos campos / que quieren recibirlas en la siembra / dichosos los mortales / que se nutren bebiendo esa cosecha / pureza la del hombre / que vive enamorando esa pradera / vertiendo la semilla / que a morir en el surco ya se apresta
En este ámbito de la tierra, quizá como un centro, un núcleo o un eje ineludible, aparece el tesoro escondido, que da origen a un libro que lleva este título. Allí, en la poesía homónima leemos:
Señor que te escondiste / en oscuros y espesos matorrales / allí te revestiste / bañado en sus canales / transformando las matas en frutales // tu rostro cristalino / emerge
del selvático paisaje / presente lo adivino / después de largo viaje / y tu gracia desborda mi equipaje
Y continúa así, a través de un extenso sendero de liras, resaltando las prendas del hallazgo de este tesoro incomparable que el Señor - Pastor y Sembrador - guarda.
Consecuente con esta realidad, el Pastor posa su mirada en lo más pobre del rebaño. Lo apreciamos en "El linyerita" de Soy la luz:
Cavilando en la vida y su pobreza / golpeando cada puerta en el camino / desliza un linyerita su destino / abrevando en el pan de la sorpresa // sólo sabe pedir y en su rudeza / reclama humildemente al que es vecino / con la boca sedienta el pan y el vino / que moderen del hombre su dureza // es frágil está enfermo y sólo ansía / al pedir a su hermano el agua pura / retomar su sendero cada día // es pequeña y muy grande su estatura / él enseña humildad en su porfía / y nos muestra a
Jesús en su figura
Nada en este camino tendría sentido sin la restauración del mundo por la Pasión de Jesús. Consideraré ahora, entonces, este núcleo.
Entre las últimas obras del P. Carlos, tituladas El misterio del Reino, Las Bienaventuranzas, Laudes del amor misericordioso (que se inscribe en cierta tradición de poesía religiosa en la literatura argentina), y La Pasión, destaco de modo relevante esta última, por constituir el hito fundamental de la historia de la Salvación.
Más allá de lo ya expresado, la Pasión es fundante del enaltecimiento y la celebración de la creación, la existencia del hombre, los sucesos de su vida, la búsqueda infatigable del más alto destino, y tantas reflexiones más que podríamos hacer, sin la Pasión de Jesús de Nazareth, el Hijo de Dios hecho hombre, que paga con su sangre toda deuda, todo error, todo lo que conforma la problemática del mal y sus consecuencias.
Rúbrica de la Eucaristía, la Pasión del Señor se yergue como un bastión que nos reúne y nos salva:
Era la hora del bautismo /
donde Jesús nos entregara su mensaje/ en los umbrales de aquel tiempo / de nueva alianza regalada por el Padre / y fue la gracia allí nacida / la que otorgara salvación a quienes nacen / Jesús clavado en el patíbulo / en una cruz testigo fiel de lo inefable / ardió en su pecho moribundo / y estremecido por la savia que renace / encendió el día del profeta / que ha de morir para engendrar en propia sangre / y le otorgó misericordia / al buen ladrón que fue juzgado por culpable / dio su perdón a los verdugos / que maceraron con furor aquella carne / de quien sufriendo en su tormento / en bien del hombre produjera el nuevo cauce / donde el humilde peregrino/ hubo encontrado la victoria invulnerable / y en el profundo desconsuelo / viendo el Señor al hombre mudo en esa tarde / con infinita compasión / dio en testamento aquella rosa de su Madre / para que fuera quien sanara / de la orfandad y esclavitud
a quienes llamen / su corazón que atravesado / fuera la puerta que los hijos entreabren / y contemplando en el silencio / esa gloriosa redención que abrió su llave / clamó con voz agradecida / por consumar aquel designio de su Padre / a quien le dijo filialmente / hoy en tus manos la esperanza ve su anclaje / al expirar en ese tramo / su amor supremo traspasado en esa tarde / lavó mi vida en la vertiente / que diera el agua con las gotas de su sangre // quedó la tierra consternada / y hoy se estremece en los acordes de mi nave
A todas luces estamos en presencia de una contemplación espiritual más que de una visión descarnada y sangrienta, como habitualmente sucede, acerca de lo que aconteció en el Gólgota. Es poesía sencilla, al alcance de la comprensión de cualquier lector, y transmite lo esencial, con la transparencia de una mirada traslúcida.
Me encamino entonces hacia el último punto
Habiendo transitado por los diversos paisajes de esta propuesta, la voz poética amplía la mirada hacia la infinitud del universo. Me pregunto si acaso el poeta haya pensado en cómo podría ser la historia espiritual de esos mundos, siquiera fuese el caso de que alguno de ellos estuviese habitado.
Estas reflexiones surgen ante mis ojos frente a la lectura de un poema, como el titulado "Visión" de la obra El anuncio del sol. El autor logra el tono expresivo donde creo aparece lo más propio, como surge cuando se expresa a través del versículo libre.
Dinámico, concatenado, texturalmente complejo en su raíz, este versículo no pierde reminiscencias clásicas, aunque es otra cosa, otra especie de construcción alejada del clasicismo. De todos modos, es a causa de aquel rasgo clásico que pienso que ha de ser de la preferencia de lectores amantes de aquella escuela, de aquel período de la literatura que
llega hasta finales del siglo XX, y no tanto de los lectores que, a partir de Darío, se hicieron adeptos a todos los "ismos" que de él provienen.
Transcribo el poema completo, a fin de que se pueda apreciar convenientemente:
Sublime magnitud / de universos / que exploran navegando / en esferas sin límites / entre noches y luces rasgadas / visitando galaxias que se expanden / y volando a la cuna de su vértigo / hablando en el silencio majestuoso que encierran / constelaciones vivas / que en la inmensa grandeza reconocen / su pequeñez / cuando surcan los cielos planetarios / y danzando perciben / otros mundos / que asoman a sus ojos / y embriagan / en la mística voz de su misterio / en el brillo que nace de su rostro / y la extraña expansión que regala / variantes ardorosas / de la luz sin fronteras
Sin haber agotado y menos sin haber abarcado los diversos aspectos y derivaciones
e imbricaciones de tan rica lírica, llegamos a los límites que establece la conveniente extensión de este ensayo breve.
A continuación, desarrollaré, retomando los distintos ítems, las conclusiones que conlleva mi aproximativa reflexión de los textos. De ellos emerge un enfoque hermenéutico que parte de una estimativa apropiación. Ella intenta, no obstante, respetar la más auténtica intencionalidad que la palabra del autor expone.
A pesar de todo lo expuesto hasta ahora, adhiero a la opinión de Monseñor Domingo Castagna cuando, en el Prólogo al libro de poesía de nuestro autor, titulado Hacia la cumbre, expresa: "Es improcedente reducirlos [se refiere a los poemas del P. Carlos] a un mero espacio literario para especialistas. Por lo mismo, no se los puede exponer a una competencia que los califique y premie. Serán lo que son: bella formulación de una constante inspiración de gracia."
De raíz franciscana, y raigambre teológica tomista, pero también agustiniana, pienso que esta poesía sería sumamente necesaria para el lector actual. Pero sucede que se ha perdido, en general, el gusto por la poesía. Entonces, como acontece en toda evolución y aún en cierta involución, se ha de caer finalmente algún día en el retorno necesario a la lírica que dio origen al decir poético. Ese día habrá muchos más lectores para versos de este tipo,
que requieren un gusto especial por lo clásico, y una búsqueda del pensamiento y el corazón respecto del encuentro con Dios, de lo que hoy el mundo adolece.
Mientras tanto, y sin traicionar el concepto básico del valor de la poesía en sí misma, esto es: gratuidad absoluta en sí y para sí, estos versos producen, por "emanación del ser", como quería Bernárdez, una forma muy original de evangelización por la poesía; pues el mensaje de Jesús de Nazareth, el Señor (sirviéndonos de la fórmula cristológica), se exhala de ella; y produce frutos, como se nos ha hecho conocer desde países lejanos. Allí llega, vía Internet, de donde también se deduce que la técnica - arma de doble filo -, constituye un instrumento, a veces y como en este caso, de una riqueza inestimable.
Retomando una idea que desarrollo en el cuerpo de este trabajo, podríamos parangonar el binomio de lo dionisíaco y lo apolíneo,
con cierto juego entre eros y thánatos que en esta lírica aparece de modo permanente. Eros, en cuanto a fuerzas pulsionales engendradoras de toda vida y de todo bien. Thánatos, como abismo y naufragio. Debido a esto, podemos calificar esta Poética, como Poética del contraste. Pero relevamos que en la cima o en la sima, siempre nos sitúa a la puerta de la esperanza salvífica, transida por el hito fundante de la Pasión de Jesús.
Esa puerta conduce a la realización completa del hombre que, diferente de Heidegger, que la subraya con el término Scholossenheit, no apunta al ser para la muerte, sino al ser para la vida que, en esta clave, es Vida para siempre.
El sendero secreto por el que nos lleva este poeta, nos dirige a través de sus arduos recodos, en medio de una escalada no fácil, hacia la plenitud de esa realización humana que en Jesús se fusiona con la divinidad.
Entonces
aparece la figura de María, el puente imprescindible y, aquí, en especial, de su Santuario. "Yo te alabo Señora de los Cielos" clama, atravesado por el amor de la Madre, el Poeta, que es su Sacerdote.
En este sentido y luego de muchos años de compartir y transitar por el ámbito del arca, según es para mí el Santuario de María del Rosario de San Nicolás, vierto aquí mi idea de que, más allá de los hechos históricos que le dieron origen, el Misterio de la Virgen, el Misterio del Acontecimiento, pasa por este Sacerdote, sin cuyos desvelos no habría sido posible. A todas luces, según mi opinión, él fue el elegido por Dios para esta misión. Él, que se declara una pequeña y frágil criatura.
No otra cosa eran los Apóstoles. Entonces, traigo a colación unas palabras de las Sextas Moradas de Teresa de Ávila, que manifiestan que los más hondos contactos con Dios no se perciben... quedan allí,
en la memoria de Dios, si se me permite la frase audaz, sumidos en el silencio más puro.
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María es aquél nombre que proclama
las grandes maravillas que en su vida
el Padre concediera a su elegida
que en la gran humildad nada reclama
es la Madre de Dios que a todos llama
a gozar como hijos que ella cuida
la pureza en que fuera concebida
y el amor con que a todos nos inflama
eres bella sin par Virgen María
eres fresco vergel donde aspiramos
las flores que el Señor sembró en tu vía
es gloriosa tu gracia que admiramos
eres toda de Dios que en ti porfía
reflejarse en la luz que caminamos
Oh Padre de los cielos
en quien viven los dones que has creado
escucha los anhelos
del hombre que has amado
y con toda bondad has recreado
infinita grandeza
el amor que te nutre en la venida
del Hijo en su riqueza
que baja a nuestra herida
convertido en esclavo por mi vida
por tu Verbo creaste
el destello que anuncia tu figura
en obras que alumbraste
con luz que me asegura
la sublime visión de tu estatura
transformas al humano
en el hijo deleite de tus ojos
recreas con tu mano
al hombre y sus enojos
trastrocando en amor viejos despojos
tú cubres con tu manto
los pájaros del cielo que te alaban
las flores que en su canto
nostalgias expresaban
y a tus hijos que huérfanos estaban
ovejas congregaste
junto al Hijo pastor de tu rebaño
tu voz allí plasmaste
su cruz expulsa el daño
y las libras de todo desengaño
tú llamas presuroso
a los seres que lloran de alegría
sabiendo en su alborozo
que ofreces en tu día
el eterno manjar que apetecía
tu amor Padre bendito
reclama de mis ojos la presencia
tu cielo que infinito
añoro en mi paciencia
será plena visión por tu clemencia
tu seno venturoso
la matriz de la vida recreada
es místico reposo
en tierra desolada
y certeza de amor acrisolada
oh Dios, tú que inefable
abrigas a tu débil creatura
tan sólo es habitable
Yo no sé mi Señor
yo no veo tus luces en mi viaje
sólo sé que tu amor
se hace vida en la cuna donde nace
mis ojos no te encuentran
y tu rostro se esconde en mi ropaje
sólo tú puedes ver
mi recóndito amor que siempre late
encender con tu fuego
el caudal de mi ser en tu paisaje
sólo tú puedes dar
en la vida la fuerza que me labre
soy pequeña vasija
que no sabe abarcar tu voz amante
instrumento en tus manos
dispuesto a contemplar cuando me hables
soy pequeña canción
que resuena en el bosque donde se abre
un rincón generoso
donde pueda escuchar cuando me llames
contemplo reviviendo
nostalgiosas mañanas de un otoño
contagiado de sombra
y gustando en sus grises la pradera
despojando mi vida
como el bosque al follaje fenecido
caminando en la lluvia
que sugiere rigor en sus umbrales
recorren mis sandalias
los senderos de montes que atardecen
descubro las raíces
signo estrecho del hombre ya plantado
añorando la vida
que en rica densidad fuera enterrada
y acaricio la cuna
que algún día será mi propio lecho
la vida serpentea
y gusta deambular en pedregales
buscando su horizonte
en portales de sol anochecido
celoso aquel sendero
cuya estrella enriquece mis razones
de página encendida
cobijada por techo dadivoso
yo vivo entre los hombres
y gimiendo a la par de mi carrera
descubro sedentarias
las legítimas voces que decantan
y guardan mi secreto
en misterio recóndito del monte
me recuesto en la cima
y descubro la hondura del silencio
Desierto que me aguardas
llanura que revive en el espacio
desierto que me escondes
el tesoro que busco descifrando
caminas con el viento
y sin faros tu luz has resguardado
hoy vivo en tu silencio
tu noche tu orfandad y tu letargo
ya sé que tienes prisa
y llevas en tu voz y en tu presagio
al hombre que en su entraña
descubre la palabra que ha callado
desierto el tiempo oscuro
que no puede brindar amable canto
la dura encrucijada
que percibe el dolor que me ha punzado
la cruda incertidumbre
que no tiene respuestas y ha llorado
la piel entre la nieve
que reclama el calor que me ha forjado
en duros sinsabores
tú renuevas aliento en la mirada
invitas a beber
en viva reflexión enamorada
tus ojos y tu tiempo
exigen caminar en voz pausada
tus noches me introducen
en el hueco grandioso de tu llama
yo corro tu arenal
y alimento la vida en la esperanza
me duele tu silencio
pero puedo contar con tu palabra
que es clara sugerencia
de atisbar una senda que descansa
de vivir observando
y morir cada día en la templanza
de vadear sin angustias
por beber en canales de mi alma
tu voz en el silencio
permite cobijarme en su sonido
y allí desentrañar
las vocales que gritan mi destino
tus días las verdades
que el hombre vacilaba haber vivido
descubres mi pobreza
animando a buscar mi propio vino
engendras esperanza
pues la noche reclama el infinito
es hosca tu figura
pero enseña canciones al oído
dureza tu desierto
y plumaje de aves que en su trino
develan tu misterio
capaz de humilde paz en mi latido
de arrullarme en el llanto
por el cuenco que surge repentino
ya la noche se esfuma
dando luz al dolor y su gemido
...
el desierto la cuna
de místicos encuentros y arideces
el llanto y la sonrisa
en su campo han crecido y se sumergen
el hombre en cada sueño
revive aquel desierto que aparece
no hay música sin notas
ni desierto que en sombras no se exprese
el desierto prepara
la cosecha aguardada entre las mieses
el silencio dispone
a escuchar la palabra que estremece
el dolor es desierto
mas la vida en sus olas no perece
simplemente madura
y hasta ver su destino cuanto crece
mucho encierra el desierto
con su voz que redime y engrandece
Releo los versículos del tiempo
el silencio que ensaya su palabra
cobijo en el follaje de la historia
sonidos que callando se proclaman
expreso mi cantar agradecido
cuando puedo entregar en voz pausada
secretos que la vida me aproxima
y enuncian su versión en llamaradas
riquezas que se guardan en los hombres
y revisten de amor a la quebrada
pobrezas que difunden los que lloran
y cadencias que expresan mi labranza
aromas que enriquecen el misterio
y cantares que lucen su fachada
sonrisas que el amor ha bendecido
y lágrimas de gozo en la esperanza
angustias de sedientos corazones
y vértigos que viven su prestancia
fatigas en los hombres del trabajo
y descanso pletórico de gracia
en hombres y mujeres también niños
enhebrando su vida ensimismada
aspirando el pequeño a su grandeza
y el grande a transitar luces del alba
esgrimiendo pimpollos en el tiempo
y atizando al calor de la majada
reviviendo en destellos tronco anciano
cuando logra vencer cada jornada
combatiendo los pobres su lamento
cuando el rico sus días embalsama
navegando en canoa el vagabundo
que solo se solaza entre las aguas
reclinando el enfermo su cabeza
mientras busca en su queja la confianza
es la vida el conjunto de emociones
que en edades y ritos se desplaza
donde emerge el encuentro de las voces
que susurran zorzales y calandrias
el hombre contemplando apasionado
sublime creación que lo resguarda
rinde culto al Señor en su misterio
transitando los valles de su alma
Misterio que te escondes en la tierra
señalando vivencias en el cielo
misterio que revelas la existencia
de un proyecto de amor para mi anhelo
enciendes la esperanza dilatada
de beber en las aguas de tus vientos
cobijas en tu clara cercanía
al hombre que ha llorado su desvelo
misterio que apaciguas las angustias
y encierras los dolores en tu seno
contagiando divina compasión
en los hombres que viven de tu seno
dilata mis pupilas para verte
ensancha el corazón en este huerto
pues no sé descubrir tu luz preciosa
si no muestras mi senda con tu dedo
sublime la belleza de tu rostro
que no sé contemplar en mi velero
infinita la fuerza de tus manos
que pueden elevarme hasta tu cielo
bendita la bondad que me regalas
para ser de tu amor el pregonero
Vengo a buscar en tus benditas manos
rayos de sol con que tu voz me alegra
la gracia pura que me dio la vida
en tu materna y virginal almena
vengo a vivir en tu glorioso seno
arca del hijo que asumió mi pena
y a cobijarme con humilde gesto
en ese manto que tu amor entrega
soy frágil niño que en su desnudez
encuentra abrigo que al mortal allegas
cuando me entregas en el hijo santo
el pan de vida que me dio su cena
madre de Cristo y de los hombres madre
yo me abandono en tu bondad excelsa
y te bendigo en tu piedad que viste
esos despojos que mi vida encierra
cubro esa vida en la filial confianza
con que en mis noches el dolor te ruega
vivo en tu casa corazón precioso
canto tu gloria que mi amor te expresa
Oh Dios cuyas bondades desbordan la existencia
de Padre que ha buscado mostrarse en mi figura
eliges barro pobre de arcilla su estructura
y llenas con tu gracia el hoy de mi indigencia
encuentro en tu palabra sublime trascendencia
percibo en tus amores la vida que futura
entregas a tu Hijo que vive en alma pura
y aguarda ver un día el sol de tu presencia
los cielos me reclaman vivir para tu gloria
la tierra canta loas mostrando alborozada
los pasos que entregaron al hombre su victoria
dichoso será el hijo que busque la alborada
del Padre que nos ama y guarda en mi memoria
la sangre de aquel Hijo en tierra conquistada
Descubriendo el tesoro que enterrado
ansiaba que su dueño lo obtuviera
yo vendí las riquezas donde viera
en equívoco don el bien preciado
en intenso ademán he desechado
los bienes que la tierra prometiera
por comprar aquel campo que tuviera
el tesoro por tantos ignorado
no pude descubrir en un instante
la belleza del don y padecía
el dolor en renuncia semejante
y advirtiendo el diamante que surgía
con vehemente pasión en adelante
adquirí la riqueza que ofrecía
La hermosa creación que tú formaste
es destello que ofrece en su mirada
un humilde reflejo, luz preciada
del amor que a los hombres entregaste
pequeña la semilla que sembraste
en los surcos que aguardan su alborada
se hace pan en la tierra cosechada
y es rica en el amor que le entregaste
la humilde creatura se asemeja
al cantor que dibuja su sonido
intentando imitar a quien lo deja
caminar, en lenguaje que ha querido
expresar al Señor que se refleja
en la voz del silencio agradecido
Sediento de tu paso
aguardo en el portal de tu camino
yo sé que tu palabra
se proclama en la paz y en laberintos
yo sé que por tu gracia
puedo ver y asumir lo que percibo
tú vives en mi seno
yo vivo en tu verdad y no vacilo
no sé de mis penumbras
ni conozco jazmines en el trigo
no puedo responder
en tanto interrogante sumergido
me entrego en la confianza
eres tú mi confianza en el gemido
la piedad indulgente
y el amor que resuelve lo perdido
yo sólo sé confiar
y quisiera confiar al infinito
cuando todo es oscuro
eres tú la señal donde respiro
el bastión de mi vida
la morada de paz donde me abrigo
Señor tú me libraste
de profundos peligros en la vida
tú sólo puedes darme
tu perdón, y el amor que tanto abrigan.
Yo canto tus grandezas
que son luz y calor que da alegría
hoy vivo por tu gracia
el sendero de voces renacidas.
Te agradezco Señor
sin tu luz nadie puede en su partida
vivir en el sendero
con la paz que tu voz siempre prodiga.
Tu rostro me ilumina
y tus manos gloriosas me convidan
a gozar tu Palabra
y a ser voz que a los hombres los anima
a esperar en tu gracia
evitando ambular a la deriva,
tú sólo eres la casa
donde escucho las voces que dan vida
confiando en tu Amor Santo
que derrama en mi ser tu Luz divina
Con el tenue fulgor de las estrellas
acierto a caminar en pie descalzo
mis ojos se deleitan en el cielo
que irradia resplandores de su manto
mis pasos se descubren temerosos
transitando en sendero derrapado
la mirada recoge en su desvelo
la esperanza de gloria que ha regado
esta tierra postrada que enmudece
cuando observa rumores en su espacio
el cielo en las estrellas nos regala
infinito esplendor que está guardado
y el suelo de los hombres se enriquece
por las notas que surgen de sus rayos
transitando el mortal en tierra esquiva
y en noche que lo arropa ya cansado
y se adensa el fervor de esas estrellas
dispuestas a alumbrar en propio faro
Entrego viva mi existencia
en el andén de una carrera que culmina
entrego el tiempo que fue dado
para poder enriquecer a quien se anima
he sido sólo itinerante
y he recogido con las rosas las espinas
que fueron precio de la rosa
para poderla poseer enriquecida
he correteado los exordios
de muy diversa densidad que aparecían
pude beber aquella gracia
la fuente clara del saber y la alegría
he transcurrido en juventud
y ya los años con su porte se aproximan
al horizonte diminuto
que allá a lo lejos en su amor se me ofrecía
hoy ya camino silencioso
meditabundo en los encuentros de la vida
que sólo aspira en sus intentos
a derramar la blanca flor de la sonrisa
vivo estos años ya maduros
y busco dar aquella edad que fue vivida
en un lenguaje diferente
que es el del padre que renace en su partida
Yo quiero aquel encuentro con el Padre
escalando su monte y su fragancia
silenciarme en praderas que silvestres
escuchan los arpegios que allí danzan
contemplar el misterio que redime
y pronuncia mi nombre cuando clama
complacer al Señor en cada hora
rescatando mi tiempo de la nada
conocer la bondad que hay en su pecho
y aclamarlo en las voces del que ama
corretear como niño que jugando
alegra el corazón de quien lo llama
y vivir su purísima hermosura
plenitud que genera su prestancia
sólo tú mi Señor por el Espíritu
provocas la oración que me descansa
yo no sé pernoctar orando a tientas
y vienes ofreciendo tu semblanza
porque viendo tu rostro enternecido
en la voz que reclama mi confianza
yo también te regale mi sonrisa
el amor la oblación y la nostalgia
añorando aquel día en que tu hora
me prodigue las brisas de tu estancia
Alumbro en la paz de mi recuerdo
tantas horas lejanas
primavera gloriosa
que me anuncia los ecos de tu alo
abrigo tu memoria y tu promesa
de soleadas mañanas
en mi alero de pájaros
de maitines lucientes de alabanzas
de jardines que anuncian
que me envuelven
ramillete en sus pétalos
mi sed y mi fatiga
los esbeltos coloquios en el viento
de pacíficas tunas tan distantes
en tibios arenales
y en la luz de los mares que emergen
de su lecho profundo
sus aguas salitrosas
que anidara la fronda y su inocencia
Pelícano que mueres por dar la vida entera
tú escuchas justos ecos del hombre en tus pichones
y en gesto de patriarca tu sacro pecho expones
rindiendo un homenaje de amor que amaneciera
tú sabes que caminas sembrando en tu litera
raudales de agua pura que ofrece bendiciones
tu sangre la cascada vergel de sensaciones
entrega en alimento la savia verdadera
pelícano que anuncias en voz itinerante
que el vuelo de tus alas muy pronto anochecía
por dar a cada hijo tu salmo navegante
tu canto en ti desnuda la vena que se abría
por ser caudal de gracia que en hora fascinante
advierte los pregones que ensaya tu osadía
pelícano divino que en pálida figura
renaces en la fuente que mana todavía...
Hay sombras en la noche
resplandores despuntan en el día
el sueño del ocaso
anuncia otra jornada y su fatiga
los días y las noches
se suceden tejiendo su armonía
las horas más felices
presagian nuevo tiempo de sequía
senderos tan angostos
ensamblan con caminos que derivan
en agua silenciosa
o en tormentas jadeantes que suspiran
el hombre se detiene
y contempla versiones encendidas
de la propia existencia
y de aquellos mojones de su viña
que apremian horizontes
y conducen seguros su vendimia
el hombre en sus raíces
apacienta los montes y su cima
y recorre descalzo
pedregales que enmarcan las heridas
de una trágica historia
fuente clara que teje su primicia
cuando anudan exordios 18
que revelan jazmines que platican
convirtiendo en racimos
los guijarros que flotan en su ría
él lo vive entusiasta
porque advierte suprema diaconía
La noche oscura aquel desierto
donde la luz adormeciera mi retina
porque sus rayos luminosos
en su mirada a los mortales encandila
la noche oscura marca el tránsito
de las tinieblas a la luz que me fascina
mis pobres ojos no soportan
el resplandor que el mismo Dios puso en la cima
oscuridades de la noche
dan la pureza al manantial que aparecía
para que pueda percatarse
que Dios es luz y me redime en la agonía
es noche dura a los sentidos
porque no ven lo que se esconde y encamina
a regalar haces de gloria
cuando persisto en enfrentar tanta fatiga
todos los tiempos han pasado
y sólo Dios en nuevo tiempo se aproxima
para incendiarme en esa hoguera
donde los ojos de la fe muestran la vida
itinerante en el silencio
veo morir los esplendores que declinan 6
camino a tientas porque veo
en lontananza la respuesta prometida
en lo profundo de la noche
está la tibia densidad de luz divina
que los sentidos no descubren
pero que Dios ha de mostrar a quien camina
oh noche oscura providente
cuánta belleza en tu sendero se perfila
sólo transito en la confianza
de que el Señor me entregará su nuevo día
en la humildad y en la paciencia
en oración he de esperar en mis orillas
entre barrancos silenciosos
y en la penumbra que descubre a quien me abriga
sólo la fe en su desnudez
es la respuesta que ante el cielo no vacila
no puedo ver pero he creído
que en un instante mi Señor vendrá a su viña
Sé que la tarde con su sombra
se ve gemir en el ocaso que se adentra
en una noche sin vestigios
que deslumbrara la jornada que se aleja
invitación a la plegaria
que enfervoriza oscuridades que se allegan
rememorando aquellos campos
que me encendieran en la noche las estrellas
meditaciones de la tarde
echan raíces en la noche que se adentra
y en un manojo de palabras
saben lograr la densidad del agua inmensa
sé de las noches que he vivido
donde las voces en sus pórticos nacieran
y de las noches cuyo sueño
supo entregar aquel descanso que eligiera
sé caminar en la penumbra
por la costumbre de la senda que entreabierta
permite sólo iluminar
en apacible lentitud la noche entera
esa es la hora del silencio
la preferida por la noche que me entrega
revelaciones sapienciales
que en la jornada al caminar yo no advirtiera
la soledad es de la noche
la compañera inseparable de su siembra
la que en su médula permite
aquella hondura que me abisma en lo que entrega
la luna surge en un momento
iluminando tibiamente lo que sueña
y entre los prados aparece
cual agua pura cuyas voces me apacientan
noche de gloria en el silencio
y soledad que fue grabada en su meseta
donde conquisto la verdad
asimilada por la paz que me libera
Aparece palabra del profeta
que recuerda exigencias de la alianza
y exhorta a caminar ya sin tardanza
avivando el amor allá en la meta
reitera esos amores el profeta
como el hombre que ensaya cuando avanza
revivir por la senda que no alcanza
y vibrar en la voz de la meseta
renace la esperanza en el creyente
cuando escucha el anuncio que proclama
la riqueza escondida y trascendente
y responde a esa voz que le reclama
encender el lenguaje penitente
con su amor la pureza de la llama
No sabría cantar tus alabanzas
si no fuera en la cuna de la tarde
donde nace el espacio en que se oculta
el silencio en las horas que se expanden
recojo sapienciales resonancias
cuando escucho las brisas donde arden
relaciones del Dios omnipotente
en sonrisas del niño que comparte
me detengo en ocasos del invierno
que invitan a pensar en orfandades
divisando el sublime encantamiento
que provoca la perla en mi velamen
anunciando riquezas invisibles
en corceles de noches y de sangre
reviviendo estrechez en el camino
y muriendo en las brisas que se expanden
acunando los rayos del crepúsculo
y escuchando los cánticos del ave
Espíritu divino
que moras en lo íntimo del alma
entrégame tus dones
y acrecienta mi vida con tu gracia
regálame mociones
con que pueda aprender de tu semblanza
inspírame el ardor
que me lleve hasta el seno que me aguarda
en la casa del Padre
a quien tú me enseñaste a decir Abba
Espíritu del Padre
condúceme a beber en tu palabra
Espíritu del Hijo
recréame en las voces de tu arca
morada esplendorosa
donde aguarda mirarme cara a cara
Espíritu que inundas
con tu luz celestial nuestra posada
Espíritu que unges
y entregas la misión a quienes llamas
Espíritu de amor
lléname del amor a quienes amas
para ser instrumento
de tu ser en la unión que tú consagras
Yo no sé descifrar tu voz divina
mis oídos padecen indigencia
tan sólo por virtud de tu indulgencia
hoy me atrevo a cantar lo que imagina
mi memoria que busca y adivina
el oculto lenguaje de tu ciencia
la gloriosa bondad de tu clemencia
y el amor de tu ser, perla genuina
como niño que llora y que balbuce
tarareo la letra que en su canto
a tu sabia morada me conduce
oh glorioso Señor tres veces santo
apacienta el rebaño que trasluce
el tener tal pastor y gozar tanto
Mi palabra Señor canta tu vida
sólo quiere expresar en su camino
tu infinita bondad, amor divino
inefable canción en ti nacida
mi pobreza infinita se me olvida
y el pensar en la luz de mi destino
me convierte en seguro peregrino
que escribe tu belleza florecida
la palabra Señor que te proclama
es humilde instrumento que me ofrece
balbucir gratitud cual viva llama
dar gloria a tanto amor que me enriquece
salmodiar en la voz que me reclama
y gozar tu presencia que estremece
Yo te canto mi Dios durante el día
y te busco de noche en el descanso
anhelando vivir sereno y manso
para oír tu gloriosa melodía
tú Señor eres paz verdad y guía
y en las horas difíciles remanso
eres báculo fiel cuando me canso
y tu fuerza redobla mi alegría
yo quisiera decirte que te amo
con palabras que griten la certeza
de vivir la bondad que te reclamo
pero sólo me queda en mi flaqueza
musitar estos versos donde exclamo
que tu amor es verdad en mi pobreza
Jinetes de la tierra
las águilas del cielo
ferviente su carrera
en arduo ventisquero
purísimas las alas
que envueltas en su vuelo
elevan su plegaria
en claro adiestramiento
la gloria de la tierra
fenece en un madero
la gracia redentora
eleva desde el Verbo
canciones que restauran
la voz del harapiento
y encienden majestuosos
los prados del Eterno
cobijo mis pisadas
y entono en mis recuerdos
los pasos que danzando
misterios me ofrecieron
de amor y de justicia
la paz del hombre nuevo
postrado en su descalzo
solar donde contemplo
El intento de Dios y de los hombres
se revela en hallazgos que deparan
la alegría de Dios que compasivo
mis horas con sus voces me reclama
yo no sé caminar en mi ropaje
y no puedo escalar en la quebrada
no sé reconocer su luz divina
en medio del murmullo que me baña
y humilde me he postrado en su presencia
restaurado en la paz de la confianza
abandono mi vida entre sus manos
y camino tejiendo su labranza
...
Yo creo mi Señor en tus mansiones
y recojo la luz de tu mirada
que me observa y contempla mansamente
conquistando mis ojos que te llaman
yo quisiera aprender para cantarte
y tú quieres decirme tu palabra
no puedo yo guardarte en mi retina
y contemplan tus ojos mi fachada
donde puedes decirme tu secreto
que es amor e indulgencia que restaura
Fuente que adivinando mi carencia
guardas mi regocijo en tu balada
acaricias con gotas de tu cuenco
y embelesas naciendo entre tus alas
fuente que me recuerdas tu frescura
y sediento me abrigas con tu gracia
compasiva en las noches que te buscan
y rica en la pureza que da el agua
hoy aliento habitar entre tus dones
que generan copiosa la cascada
donde bebo la paz en tu regazo
y alimento la vida que regalas
cubierto en el murmullo del rocío
te canto con su brillo que me abarca
cuando busco en tu cálida presencia
la vertiente de amor de tu palabra
Entusiastas arpegios
alumbran mi existencia
coloridos esfuerzos
secretos me revelan
relucientes estrellas
en mi techo se esmeran
y ofrecen sus fulgores
en marcos de una esfera
transitando senderos
que nacen en la piedra
del monte en su designio
de entregarme su cena
descanso en el recuerdo
de tiempos que se esmeran
en alumbrar la noche
con fuego que no quema
la tarde se desliza
y duerme polvorienta
recordando el paso
que surgiera en su huerta
y entrega generosa
las voces que se expresan
al son de gratitudes
y en música deleitan
la vida del concierto
cantado por estrellas
que irradian luz de gloria
felices porque acercan
al niño y al anciano
y al hombre en su pobreza
a divisar el monte
y transitar sus huellas
La gracia del poema que aprisiona
las eternas bellezas que se expanden
los frutos de genial orfebrería
del cincel que transforma lo que labre
la mano del artífice que busca
su crisol en el oro y los cristales
el hombre semejanza de lo eterno
que palpita el amor hasta que sangre
de la herida que vive su oropel
cuando puede engendrar voces que salven
la página gloriosa de la selva
y esplendores que crecen en los mares
matinal creación que se desprende
del cercano arrebol que vio su tarde
la bondad que en el niño se proyecta
y en el hombre postrado en su velamen
rescatando el sendero de su hermano
que padece la fiebre en propio valle
y contemplo al sublime creador
anidando en mi pecho con su llave
derramando su amor entre los surcos
y entonando clamores que me invaden
recalo en aquel fuego irresistible
suprema magnitud
Senderos del otoño
recorren el follaje del monte enracimado que aguarda
el aire amarillento del árbol
la alfombra silenciosa que pronuncia la hora de su muerte
la cálida mirada que le entrega
el sol cuando sus rayos
inician el descenso en la jornada que llora
desangrando la noche
el espacio que el otoño reduce
el hombre cual otoño pronuncia
en la hora propicia de la tarde
las verdades inquietas de su tiempo fugaz
temores de un ocaso anticipado
los rigores de un ciclo que culmina sediento
de volver a vivir su primavera
de cantar con las flores la esperanza en su fuente
de beber la fragancia de frutos del verano
otoño es el comienzo de una muerte
que nace un sol abierto en otra vida
invitando a vibrar lo que contempla
desechando penumbras en la noche sellada
y elevando en sus voces la esperanza
la muerte es otra vida que aparece
reanudando el trayecto que comienza en el día
enmarcando veloces pensamientos
impulsando a morar en los aires de la sombra nocturna
en la luna testigo del misterio
que nace del amor
Recogí los cantares
del monte emancipado en su letargo
que en hora vespertina
cuando la noche surge con sus sueños
vi nacer las mansiones cubiertas por el polvo del tiempo
silenciado en la noble oscuridad
recordando senderos del alma
que vertieron su vino
navegando en estrellas tan lejanas
como tibias luciérnagas
coseché aquellas notas
que invadieron mi pecho clamante por las voces del cielo
sin saber encontrar en esta tierra
sus extraños acordes
caminé por la vida sediento
de la pura bondad de aquel agua que llora sus arterias
y entoné la canción
donde vi celebrar la cosecha
padeciendo el calor del verano sin pausa
y añorando la senda
que palpito en mi seno que aguarda
Los tiempos de la gloria se disponen
a entregar los manjares en la mesa fraterna
y ofrecer la fragancia de virtudes ocultas
expandida en recónditos paisajes
y amapolas en flor que se perfilan
y de cánticos llenos de prestancia
de sutiles acordes que proclaman al Verbo
de jazmines y rosas recitando nostalgias
de arroyuelos del monte agazapado
de fugaces visiones en la humilde posada
y anuncios de una vida que no muere
y celestes mojones
conduciendo mi vida hacia mi puerto
Vi la palabra sumergida
entre siluetas divagando por la noche
siluetas de palabras vacías
ingresando en el ámbito del hombre y su recinto mudo
la palabra pronuncia su misterio escondido
en relámpagos que brillan con su furia
en la pluma inspirada en la semilla que nace
en la voz del silencio que contempla
en la fuerza doliente de la cruz
la palabra se cansa en las vocales muertas
y engendra cada vida en vocales que hablan
padece la orfandad de los oídos ciegos
y busca la hornacina que le entrega
el seno placentero que me escucha
la sede donde mora su misterio
la cumbre que añoraba su presencia
vocales sin palabras detienen
la voz de la palabra que canta
y el Verbo alumbra su vocablo único
en oídos que engarzan en su estirpe
Noche de voces imborrables
que se detienen
reviviendo caudales de nostalgia
renaciendo en la brisa del verano
y trayendo recuerdos
felices de la fiesta
clamoreando figuras que se esfuman
en las alas del tiempo
y en la oscura vertiente de la noche
las voces imborrables enmudecen
cuando surge el fervor de la mañana
que apacigua quebradas
y endereza senderos pedregosos
y entrega transparente el horizonte que busco
fluyendo aquel concierto
que en bellas madrugadas
compartí con la selva
sus aves vagabundas
y el viento susurrante que en los pinos
en tímida cadencia
demorado en los vuelos
y empinando las crestas de sus lanzas
alabaron al cielo
zigzaguearon el aire
Es el pan que los ángeles adoran
aquel pan que a los hijos alimenta
liberando su vida en la tormenta
y enjugando los ojos cuando lloran
es el pan y es el vino los que imploran
por el alma que vive aquí sedienta
del Señor que en su vida apacienta
entregando a los hombres lo que añoran
es el pan que al enfermo lo acompaña
y al que corre con pies de peregrino
lo hace fuerte aquel vino que restaña
el solar del Señor es mi destino
y bebiendo su sangre que me baña
voy seguro en las huellas del camino
Mendigo de la noche
envuelto en los tapices de la sombra callada
rumiando tus recuerdos
abrevando en la sed de la esperanza
paladeando visiones
que crecen en penumbras
y buscando el candil que te conduce
a la morada cálida
de voces irradiantes
escondida en la casa de la noche y su bruma
agazapada y grande
plantada en el recodo de algún monte
aguardando mendigos de la vida
que la encuentren
y llorando su gozo
emblemático sol del alma pura
habita sus mansiones y su encanto
y cobija en su luz sus ilusiones
y abriga en lo recóndito
encontrar en la noche mendicante
el agua sapientísima
la luz del laberinto
y la paz que dispersa los fantasmas ocultos
mendigo de la noche
callando me despiertas
jubiloso
porque hallaste el tesoro
que te hiciera gozar en alto monte
Verdades inefables
y cánticos nutridos en el agua profunda
invitan a beber
el polen que prodigan sus vertientes
y a cantar el bullicio que se expande
en voces clamorosas
en íntimos recuerdos
y en pétalos que exhiben su belleza
verdades inefables
conquistan el deseo postergado
de encontrar esa fuente
de fragancias que exhalan su misterio escondido
de epopeyas que nacen de un intento sin niebla
de jazmines que anuncian su verano fecundo
que al libar en sublimes manantiales
arrojan los arpegios de su música
recitan los versículos del viento
y prodigan la paz
en la nítida escucha que entrega la palabra
en la clara versión de un poema que nace
y en el hondo recinto de aquel niño
que respira la gracia
que amanece en el sol
Me ha visitado un pordiosero
anegada su piel en la llovizna blanca
incrustada su ropa en sus heridas
balbuciendo palabras
deslucidas y sabias
por fuerza del dolor agazapado
entendí que era Dios
asumiendo en el pobre su misterio
llevándome a gemir con su gemido
pidiendo humildemente la sonrisa o el pan
o una moneda
sin otra pretensión
que vivir la inclemencia de su día
apoyado en las gotas de un bálsamo sincero
mostrando tanta fuerza en su miseria
hablándome en sus gestos
y enseñándome a ver que soy mendigo
cubierto de un atuendo
que esconde mi pobreza porque humilla
En el susurro vespertino
que los árboles hablan en su lengua
encontré aquel espacio trascendente
que liberó mis deseos
de ver la veladura de la noche
el oasis lunar
tiempo de contemplar constelaciones
y calar sabiamente en los secretos
de la esfera apagada
y en la esperanza de luces que se enciendan
y brillen en la densa oscuridad
y tapicen escondidas penumbras
que ambicionan beber horas inciertas...
la noche enseñorea los caminos
que ocultos yacen
y amanecen en fúlgidos relámpagos
mostrando transparencia
para sobrevolar aquel sendero
que transita los valles de la oscuridad
y que aguarda al forastero que intenta
recalar en su angosta superficie
y lleno de esperanza
recorrerlo hasta hallarse
en su misterio
Recalo en el andar de la vertiente
y contemplo las piedras
bañadas en la alforja de su lecho
que lucen su rocosa tez
y plantadas cual flores del estío
iluminan el curso de las aguas jadeantes
y entregan la tersura de su piel
y recitan con voces intangibles
la belleza del río que las guarda
esteras que acompañan la vida que recorre
el caudal resguardado en sus costas
y visitan praderas que sedientas
regocijan su voz en la bebida pura
y disponen su seño
para ver la creciente y esbelta sementera
Aspiro el polen que me entrega
quien bucea la verdad en aguas matinales
embelesado en el reflejo ardiente
quizá extasiado en luminosa estrella
cuando conquista en su horizonte
el amor el dolor y la nocturna cena
ese polen es aire que yo aspiro
y se muestra dispuesto a donarse en su misterio
en sustento festivo y providente
buscadores del oro amanecido
inquietos vagabundos de senderos inhóspitos
que ambicionan beber las mieles del espíritu
y recorren distancias siderales
con la veloz carrera de su ingenio
y en el rayo de amor que enciende esa verdad
y repara las grietas de la noche rasgada
que ignora el manantial y lo conquista
contemplando las luces de su otoño
Desvelo de palomas
transitando los aires de la tarde soleada
buscando el horizonte simple
del regreso en los nidos que detienen sus alas
el descanso es final de largas travesías
y es lugar de esas horas el silencio nocturno
que repara el plumaje entumecido
y revive armonías en la paz de la tregua
necesario el cansancio de aquel vuelo
que adivina distancias
que atraviesan tormentas y peligros
y logrando su puerto
reposa en somnolienta quietud
el tiempo de la siembra fue vivido
con indecible afán
con incansable esfuerzo en la distancia
con pasión por llegar hasta el sueño buscado
para luego ensayar una tonada
y gozar en la pausa de ese tiempo
la cosecha del vuelo generoso que es cántico
y vivir la concordia de las alas
que en fecunda labor
Llamados a vivir la paz del alma
son los hijos de Dios que le obedecen
instrumentos que anuncian la belleza
al gozar una paz que no se vende
y la ofrece con ansias inefables
quien la eleva en el aire que no muere
arriesgando sus horas en su canto
y plasmando su fuerza que detiene
iracundos y rudos enemigos
que intentan destruir la luz que emerge
el pacífico busca que su cántaro
derrame su licor hasta las heces
el hombre que ha crecido en ese espacio
se allega a redimir hondos rencores
y busca embellecer esos momentos
que permitan crear las ilusiones
del amor fraternal que regocija
y sirve a los que lloran sus temores
impregnando en la paz esa vertiente
que intenta recrear en sus mojones
la senda de la mística unidad
que nace en esa paz que vive el hombre
recibiendo el anuncio de que es hijo
del Señor cuya voz cambió su nombre
Dios es paz y pronuncia su misterio
y el pacífico busca proclamarlo
brindándose a servir a quien sufriera
la violencia en el monte o en el llano
derramando su amor hasta la sangre
por beber la conquista que ha logrado
al gestar la amistad reconciliada
de quien tuvo rencores con su hermano
es el Padre dador de toda gracia
quien suplica a mi puerta con su mano
que derrame el regalo de la paz
y reciba el calor del hijo amado
Encendí las hogueras de la noche
en la plácida voz de las estrellas
y enraizado en sus haces luminosos
yo gocé de un fulgor que todo observa
he corrido en intrépido desierto
y he vertido mi voz en la pradera
intentando aguzar mi pensamiento
en el vuelo fecundo de una abeja
y queriendo allegar hasta horizontes
que mostraron frutales en cosecha
recorriendo en sus brotes los trigales
y en la aurora las voces que proyecta
incipiente la fuerza de aquel astro
que su música sólo deletrea
hasta hallar el espacio de la zafra
que en su ruego reclama la presencia
de su luz imponente y majestuosa
que muestra plenitud en su grandeza
y conquista la tierra con su faro
que avanza en los clamores de su espera
Este reino se parece
a un granito de mostaza
pequeño entre los pequeños
que al crecer muestra su traza
y es el arbusto más grande
sembrado en tierra magra
y sus hojas el descanso
que cobija entre sus ramas
a los pájaros que vienen
a refugiarse en su palma
para guardarse del sol
y comer su fruta blanda
así el reino que ha nacido
pequeño eleva su planta
y más amplio su entramado
que lo que piensa al sembrarla
quien trabaja en aquel suelo
y busca arrendar su estancia
mi reino tiene la fuerza
que no conoce quien marcha
desafiando aquel poder
que oculto en la tierra danza
su grandeza es el misterio
que nace de humilde brasa
Canto al Señor que me entregó la vida
alimentada con su rostro puro
y aspiro el tiempo del andar seguro
en el espacio que engendró nacida
esa esperanza que en su cofre anida
toda la ciencia con que el cierzo oscuro
fue derrotado por aquel conjuro
del ser que nace para mi partida
glorias al cielo que inundó la tierra
de madreselvas y del fruto santo
que me despoja del andar que encierra
y se convierte con su nuevo canto
en esa roca donde en plena guerra
se afianza el hombre que enjugó su llanto
El vacío del tiempo en su premura
de colmar recipientes que padecen
la sedienta visión donde amanecen
ciriales en su prístina figura
reclama retozar en agua pura
que lloviendo sus gotas apetecen
inflamar en rocíos que aparecen
por cubrir la selvática estatura
esa sed que provoca en el estío
plantaciones de viñas fecundadas
y racimos que nacen en mi río
es la sed que en las horas encrespadas
no la apaga tan sólo el ruego pío
sino el agua que surge en marejadas
El pastor y su rebaño
padecieron sufrimientos
por esa oveja perdida
que clamara por su estero
y el pastor al descubrir
en la majada el lamento
comenzó a buscar sin pausa
a la oveja en su destierro
y al cabo de mucho tiempo
sollozando humilde gesto
encontró en una emboscada
a la oveja sin aliento
la puso sobre sus hombros
y la llevó a su vivero
donde curó sus heridas
y amaneció un tiempo nuevo
así el Padre ama a sus hijos
que sufren horas de fuego
él se abaja hasta el herido
y lo levanta del suelo
lo llena de amor sagrado
y lo devuelve al sendero
donde encuentra su rebaño
que llorara su desierto
la clara misericordia
de Jesús el nazareno
no le pregunta al que sufre
por qué arriesgara su techo
simplemente lo recibe
con hondo gozo paterno
por encontrar esa oveja
que sanó su cuerpo enfermo
y revivió de su muerte
iniciando un hondo vuelo
y al volver hasta su casa
lleno de amor en su celo
el pastor alimentaba
el gusto de aquel esfuerzo
compartió con sus amigos
la alegría del encuentro
diciéndoles que habrá fiesta
mucho mayor en el cielo
por un pecador que vuelve
a su propio vertedero
que por muchos otros justos
que desconocen su apremio
creyéndose sin pecado
por propio merecimiento
sólo nace la justicia
en el hombre jornalero
que conoce su pobreza
y renace al hombre nuevo
Condenado a la cruz que fue sudario
y ofreciendo tu cuerpo en esa siembra
recibiste Señor aquel madero
que llevaste en los surcos que se abrieran
y en silencio iniciaste peregrino
el canal donde el agua se desvela
conteniendo tus pies estremecidos
y callando al sufrir sin una queja
que extensa y empinada aquella cumbre
y débiles tus pasos por las grietas
que te hirieron en horas de desierto
con injurias flagelos y pedreas
soportaste el suplicio del sendero
y también las espinas que te anegan
y estertores cruciales en tu alma
al sentir que tu hora se deshecha
y tu amor luminoso en mi recinto
fuera echado al abismo que destierra
por quienes se mofaron de tus lágrimas
ignorando que allí sangraron piedras