Los que a través de la contemplación intentamos leer en la primera escritura, vale decir, en la naturaleza, sabemos por qué senderos buscar los hitos del misterio.
En la continuidad de mi lectura y diálogo de y con los versos del Padre Carlos Antonio Pérez, se presentan con toda claridad ante los ojos, los enlaces en que lo propio de tal naturaleza, los paisajes y sucedáneos, comprometen su esencia con la esencia misma de la revelación.
AsÃ, elementos naturales como los pájaros, la lluvia, el ocaso, un jardÃn, un otoño, sólo por citar algunos, se ponen en relación con seres que atraviesan los poemas, como es el propio poeta contemplativo, los amigos, alguien que necesita ser esperado y guiado, a lo que se suman recónditas cavilaciones que tocan temáticas densas como es la soledad, el silencio, la búsqueda de la cima; todo ello diseñando el arduo configurarse de la vida centrado en el deseo
de la propia oblación.
Esta poesÃa manifiesta el esplendor que siempre vive detrás de las cosas, tornándolas transparentes de su luz.
Versos de rima libre deslizada en el heptasÃlabo y el endecasÃlabo, donde un solo verso puede llegar a conformar un poema. Éste es su mérito : obligarnos a un detenimiento para dar cauce e impulso al pensamiento y la oración.
los tiempos de mi tiempo
recintos del panal que están sellados
dan gracias al artÃfice
de la vida frutal de tantos dÃas
intentan laboriosos
contemplar el andar que humilde abeja
elabora en enjambre
y en perfume de miel se hace alimento
pequeñas en su trazo
obreros que en sus horas no decrecen
las flores van libando
el logro del trabajo en fuerte vida
no saben del aplauso
y su vuelo pausado me recuerda
los tiempos de mi tiempo
en latente sendero enriquecido
contemplo reviviendo
nostalgiosas mañanas de un otoño
contagiado de sombra
y gustando en sus grises la pradera
despojando mi vida
como el bosque al follaje fenecido
caminando en la lluvia
que sugiere rigor en sus umbrales
recorren mis sandalias
los senderos de montes que atardecen
descubro las raÃces
signo estrecho del hombre ya plantado
añorando la vida
que en rica densidad fuera enterrada
y acaricio la cuna
que algún dÃa será mi propio lecho
soy pobre trashumante
recorriendo sinuosos episodios
mi senda aquel arroyo
que vive entre los montes y los mares
cual pájaro del bosque
yo me entrego a los vientos y a sus alas
cual pez en lo profundo
descubriendo bellezas escondidas
en clara desventura
resguarda ese escondite su esperanza
la vida en soledad
encuentra la piedad en su vacÃo
cuán grande la distancia
y empinada la ruta de los cielos
bendita la jornada
que se acerca a la puerta de su ágape
no conozco las notas
que el silencio me entrega con su canto
no conozco el pasaje
de aquel dÃa que surge en el misterio
solamente adivino
el jardÃn por el aire de sus pétalos
la expresiva mañana
en la música viva de los pájaros
el caudal de los rÃos
en el arduo torrente de sus aguas
el perfil de los montes
en la nieve que duerme su cuidado
la riqueza del árbol
en el fruto preciado que me entrega
la perfecta alegrÃa
en su mÃstica unión acrisolada
quien marcha ensimismado
reviviendo momentos que hacen eco
quizás no halla quietud
en oÃdo sensible a su derrota
ni en tiempo aprisionado
que enmarque con su amor la confidencia
o en voces del amigo
ocupado en el gris de su aposento
aguardo en esperanza
recordando jardines que han pasado
espero a quien camina
paciente en horas tristes que fallecen
la gloria que esperada
en momentos cruciales se avecina
y el sol que siempre alumbra
solidario en su piel será mi techo
sólo quiero cantar
como vibra la voz de un campanario
que ignora melodÃas
pero invita a llegar a su misterio
y esbozo mi canción
con las voces que esgrimen mi dolencia
no podrÃa callar
cuando el alma jadeante me palpita
si no lloro en el canto
será llanto mi tiempo en desventura
asà ensayo tonadas
cual bálsamo de amor al malherido
arpegios iluminan
pentagramas lanzados al acaso
en clave de sonrisa
a quien gime en el surco de su estancia
relámpagos de lluvia
amenazan las horas del otoño
las gotas van cayendo
como granos de siembra en honda vida
la tierra porque es tierra
hace fiesta en el manto de mi cielo
celebra su llegada
y aguarda revivir humilde grano
se redimen espacios
con el agua llorada por la lluvia
la fiesta en la pradera
celebra la semilla balbuciente
los surcos y su abismo
ocultan en su afán esa semilla
que ensaya algún saludo
y se pierde en la muerte que da vida
deudores en la vida
como gotas que cuelgan de un racimo
en trance solidario
iluminan sendero semejante
andando en pleno surco
disipan los temores irredentos
buceando esperanzados
humildes en la planta donde entroncan
en viva sinfonÃa
reclamando la senda iluminada
se donan caminantes
en encuentro fraterno y silencioso
convergen singulares
los amigos que cavan su misterio
extraños aprendices
del amor en la espina compartida
la vida serpentea
y gusta deambular en pedregales
buscando su horizonte
en portales de sol anochecido
celoso aquel sendero
cuya estrella enriquece mis razones
de página encendida
cobijada por techo dadivoso
yo vivo entre los hombres
y gimiendo a la par de mi carrera
descubro sedentarias
las legÃtimas voces que decantan
y guardan mi secreto
en misterio recóndito del monte
me recuesto en la cima
y descubro la hondura del silencio
mis ojos no se cansan
y miran sin palpar lo que presienten
sollozan porque buscan
el tesoro de luz adormecida
ardiendo en el deseo
de existir en palabra sobrehumana
sublime creación
expresándose en frágil creatura
vasija de papel
donde esplenden escritas sus visiones
arcilla que el orfebre
arrebata en la faz de su silencio
crisol ensimismado
que hace pura la sangre que restaura
vertiente generosa
crisálida naciendo hacia la fuente
atisbo la creatura
que esparce su bucólica belleza
eleva melodÃas
y asimila fragancia de jazmines
nutriéndose en la historia
y en las gotas de un tiempo madurado
sus voces son efluvios
del instante transido en ardua cima
de monte misterioso
encerrado en un lÃmite de piedra
pretendo que mi vida
se pueda aquilatar en la escalada
muriendo a pura muerte
y naciendo en un parto renacido
servir en cuenco puro
que deleite abrasando lo que ama
contemplo en la memoria
el agua visitada por la lluvia
y en dÃa que transcurre
brindando la hidalguÃa de su tiempo
acaricio ese lago
que dibuja sutil epifanÃa
los hombres se solazan
al emanar del sol la fuente pura
y piensan silenciosos
en atriles que absorben sus pesares
mi espÃritu estremece
y la paz que perdiera se hace nueva
el rostro de la vida
el hilo que se escurre entre mis manos
conquista la belleza
que aparece anunciando lo que canta
yo siento esa esperanza
que anticipa claveles en mi tiempo
y afloran rosedales
que iluminan los huecos de mi historia
esbozo mi alegrÃa
en la cálida tez del horizonte
las piedras en su piel
me entregan el destello amanecido
ah clara melodÃa
paladear de violetas en mi alma
la flor como la estrella
viva reminiscencia en su perfume
los árboles invitan
a tocar el clamor del firmamento
y las aves que pasan
esbozan en arpegio lo inefable
la cima esplendorosa
vértice que conjuga todo llanto
magnÃfica y festiva
jalonada de cálidos encuentros
humilde el forastero
que descansa en la casa solitaria
dichosa noche oscura
que abriga en su regazo el mediodÃa
en tiempos de orfandad
aparece la hora iluminada
la cima siempre aguarda
a quien busca beber en sus portales
el hombre y sus clamores
encuentra su lugar en alto monte
y convive en su espacio
abrevando en la fuente y sus canales
no sé de aquel misterio
que desborda mi ser interrogado
el sol de mi existencia
me prepara el secreto que hoy resguarda
ensayo en mi flaqueza
el fervor y el amor que dieron vida
la gloria de su seno
gracia que reconstruyo en mi memoria
reclino la cabeza
en aquél que me diera el aire puro
descanso en su regazo
aliviando mi ser y su fatiga
ondeo entre arboledas
para oÃr la respuesta en mi nostalgia
y escucho en honda sima
esa voz que me llama por mi nombre.