Arribo al esplendor del alto cielo
con la simple mirada que contempla
estupenda la gloria de la noche
orlada de jazmines enlazados
que expanden asombrosas claridades
y visten aquel arco de la esfera
llamando a deletrear constelaciones
que inunda en cada noche mi nostalgia
maravilla de soles me sorprende
y emergen jubilosas las mañanas
que han bebido en lo oscuro de su parto
el ascua que en el astro se hace estrella
la vigilia que indómita a su paso
prepara festivales de alborada
encierra aquel caudal que se ha mostrado
en el fuego que ardiente se derrama
Alarido del alma aquel preludio
del encuentro del hombre con su cruz
que redime el andar de su velero
pero duele en la sangre que se exhala
alarido del alma aquella herida
que golpea esculpiendo cada gota
y anuncia la vital epifanía
del que recibe allí su propia senda
y anudando recuerdos y esperanzas
camina por la selva en que aparece
la espada caudalosa de los vientos
y el cantar jubiloso de los pájaros
Añoro mi Señor
reclinarme en tus hombros cada día
recorriendo el verdor
que surge en la bahía
donde tú navegaste en tu porfía
deseo aquel momento
de ese rostro de Dios en mi retina
mi Padre en su contento
me socorre y camina
consolando mi carga peregrina
arrojo con el viento
la cruda vaciedad de la creatura
envuelvo mi lamento
en ayes de ternura
cuando vivo al Señor en la espesura
oh tiempos de mi vida
que fueron encontrando al hortelano
en horas que el convida
a vender lo que es vano
y entrega su tesoro en propia mano
oh Dios que me aprisionas
con la cálida voz de tu mensaje
yo busco lo que donas
sostenido en tu anclaje
y soñando aparcar de largo viaje
En mi crepúsculo germina
aquel intento de beber de las estrellas
que son lumbreras jubilosas
y han horadado los rigores de la esfera
es en la noche cuando surge
esa visión de la distancia sin fronteras
cuando la densa oscuridad
regala cirios encendidos en promesas
de presentar al astro puro
que me alimenta en esa voz de esas estrellas
y en el surgir de la alborada
arroja un velo sobre tanta luz primera
que ha reservado sus moradas
para volver a renacer en cada estela
como luciérnaga que nace
en cada noche donde duerme quien espera
Mi jardín con sus pétalos reclama
contemplar esa fuente de su gloria
descubrir la belleza de su estirpe
y empalmar con su vida lo que agobia
donde nacen cristales en el agua
y admiran en su vuelo las gaviotas
el jardín ameniza la mirada
procurando impulsarme hacia la gloria
de purísima luz en cruda noche
engendrando racimos que allí gozan
y adornan la fineza de la tarde
e invitan a crear su propia gloria
la belleza de Dios en mi existencia
purifica mis horas en su savia
bendicen el deseo del encuentro
y anuncia la verdad en su palabra
llamando a comulgar con su misterio
y a vivir en la paz que da su gracia
Sé que mi voz en sus arpegios canta
aquel secreto que inundó mi vida
cuando naciente mi existencia pudo
beber la gracia que en el cielo nace
anduve errante cuando sin saberlo
busqué la tierra que en mi sueño ardía
y pude ver el horizonte diáfano
que me invitaba a recorrer distancias
hasta encontrar aquella perla pura
que yo buscaba sin hallar su savia
gracias entrego a mi pastor celeste
que me regala abrumadora estancia
en ese lecho que mi paz conquista
y que me entrega la serena tarde
donde dispongo la mirada quieta
por descifrar el misterioso valle
que se me ofrece junto al agua oculta
y al manantial de florecillas blancas
Vuelan mis sueños en soleada tarde
declina el día y se sumerge el cielo
clamores danzan en su frágil nido
aves que anuncian una voz que nace
sé caminar en la encrespada huella
hasta pisar el añorado parque
donde matices ignorados oigo
de la cantata que surgiendo entona
la diaconía de la luna llena
eco del astro que le dio su abrigo
y al internarme en fervorosa noche
plena de cirios que encendió el deseo
me he detenido a contemplar callado
aquel murmullo que engendrara estrellas
rica la senda del que ve en la gracia
mieses que buscan señalar la cumbre
y diseminan sembrados de oro
donde la sed ha reclamado su ascua
Manojos de violetas florecidos
enjambre de malvones y azahares
relámpagos que alumbran mi posada
y vértigos del hombre en su conquista
encuentro de vergeles con sus pájaros
jazmines expandidos entre rosas
veloces manantiales de los montes
gigantes ventisqueros de los Andes
enhiestos caballeros los cipreses
y audaces en su fuerza aquellos cóndores
envuelto en el recuerdo y la sonrisa
transcurro mi cantar bajo los álamos
anhelo en la vorágine del río
sendero de mi paso hacia la cúspide
No sé avanzar en noche oscura
ni descubrir las luminarias escondidas
no sé cantar cuando la luna
se hubo perdido en un espacio de la esfera
quiero mirar pero no puedo
y sólo sé que en mi sendero hago camino
y aunque pequeño él me conduce
entre penumbras al hogar que me resguarda
no sé rezar en esa noche
con la belleza que en los salmos aparece
ni sé vivir horas de sol
porque los astros en su brillo se opacaron
sólo confirma mi esperanza
esa certeza de quien vela por mi vida
y sin candiles me ilumina
desde el Espíritu que es luz que me conduce
sé que yo sólo puedo ver
por la plegaria que mi sueño me ha regalado
aquella fuerza que da el alba
y en la neblina yo no veo sus destellos
el ruiseñor mora en mi alma
y sólo importa que su canto me sostenga
hasta encontrar haces del cielo
Surge el amanecer en el ocaso
cuando alumbra la estrella mi balada
invitando en la noche a ver el día
que jamás junto al astro se apagara
surge el anochecer de aquella sombra
elevando presagios de alborada
y anhelando verter de sus fulgores
que en la noche deslumbra su prestancia
creo en la variedad de la sorpresa
que guarda el hacedor de nuestras alas
y cobijo la arena del desierto
donde puedo emigrar hasta ocultarlas
y abrevar contemplando en el silencio
y morir a la sórdida quebrada
por nacer en la paz que don gratuito
me asegura el Señor en mi velada
clamo con rigurosa voz profunda
busco en el crepitar del don del alma
aquel simple camino del misterio
que descubre al autor como una zarza
entono el aleluya de mi tarde
encendido en las voces que me guardan
Sueña el hijo en la voz de cada salmo
desgranando en su llanto la plegaria
que recita en la noche de los hombres
por salvar su descanso con su gracia
vive el niño que nace de una madre
y regala esperanzas de la rosa
que ganara por mí en el calvario
y en la hora que emerge de su lágrima
yo te canto Señor en esta tarde
cuando vivo el recuerdo de tu herencia
y escucho tus palabras que inefables
ornamentan la voz de mi indigencia
sea bendito tu humilde nacimiento
haya júbilo y paz en la inocencia
que agradecen tu amor inconcebible
y respiran los salmos de tu tierra
Cavilación del valle de mi choza
navegando misterios de su estera
contemplando aquel don de mi morada
por reflejos de amor en toda siembra
protegiendo mis horas de recuerdos
y soñando los tiempos que se fueran
encontré los arpegios de mis días
religiosos del cuenco y su belleza
y el almácigo puro de sus gotas
regalando su paz a mi existencia
que capaz de sumirme en agua pura
para verme crecer en esta estepa
endulzó con sus voces mi garganta
por servir a quien busca lo que encuentra
...
Yo sé que su bien está en mi casa
y mi bien es donarme en su carencia
Recogí los frutales de mi huerto
y ofrecí mi alimento en la posada
germinando en su voz nuevos augurios
de beber en la pulpa de su traza
en el fruto preciado de aquel monte
pude ver la riqueza que ocultaba
en la tierra que fértil se hace vida
en el germen que lento se elevaba
y aprendí que la tierra como el hombre
encierra su secreto en su mirada
que permite vivir en ese cuenco
y luego florecer en rosas blancas
cuyo aroma amanece agazapado
para luego inundar toda velada
la tierra se estremece de su fruto
y el hombre redescubre su alabanza
Celeste firmamento que me abrigas
prodigando en mi ser contemplaciones
que nacen entre cánticos de aurora
y se duermen en medio de arreboles
tú recorres en clara curvatura
los recónditos huecos de tus odres
alumbrando en el astro rutilante
y enraizando el ardor que de sus albores
nada escapa a los ojos de tu esfera
y hospedas tantas aves en cofre
y las nubes en blanca melodía
navegan sobre el fondo de tu nombre
añorando verter el agua clara
que llega de tu espacio hasta mis voces
soñando cosechar frutos y mieses
en la alianza nacida en tus colores
Cae la tarde gris y de su sombra
surge la voz del astro ya apagado
con antigua memoria que en su tiempo
proyectara su luz en mi legado
llega la luz del alba en cada noche
danza el zorzal delicias en su canto
nunca en callada siembra se destruye
tanto sudor que exige todo campo
yo sé que la esperanza no decae
ni muere en su fulgor la paz del astro
veo la recompensa en la plegaria
vivo por la alabanza del ocaso
clamo por los anuncios de mi tarde
guardo el anhelo puro entre mis brazos
Tarde gris que la noche no diluye
lucernario que alumbras en tu sombra
desierto que desnuda cicatrices
crepitar en mis horas que se agitan
esa luz que despliega su sapiencia
yo no sé ni percibo en lo cercano
y he de ver esa la voz de la mirada
envuelta en los secretos de su halo
un glorioso portal en la distancia
que promete victoria de arrebatos
y el eterno fluir de la existencia
en la paz la concordia y en sus trazos
que no saben de espinas virulentas
ni apetecen las trampas de este casco
pues eligen el mar de la inocencia
derribando el granizo de los campos
colmando la esperanza en la certeza
de otra tarde que alumbre con sus cánticos
Trajo la historia densas voces
que prometieran
esa velada que surgiera indescifrable
donde la pobre cavidad
de mi barcaza
no pudo asir esa elocuencia
ni percibir en tanta hondura
haces de luz que descubriesen tu ambrosía
ni la palabra que extinguiera su hombre ciego
porque el candil de aquellos días
era pequeño
y entretejido entre los huecos de la noche
sólo alumbraba aquella senda
que humildes pasos intentaba con su vértigo
Penumbrosas estelas que vacilan
cuando gime la noche por la niebla
suspirando al fluir desde su fuego
ramilletes de sol sobre mi celda
oscura la velada en que pretendo
esplendores que nacen en mi vela
cuando el astro dormita mansamente
y el atril de mi llama está en su estera
gloriosas las mañanas del invierno
envueltas en su frío y su aspereza
caminando en la senda que apetece
recobrar los jalones que reflejan
los recuerdos latentes en la sombra
de la vida que muere cuando espera
Mañanas grises de la noche densa
han despojado el laberinto oscuro
que me fascina con su curvatura
y me aprisiona por no hallar mi surco
pero la altura reclamó mis ojos
y la esperanza cosechó su escudo
y peregrino de mi senda estrecha
he deambulado dirigiendo adusto
hacia la cima que enmarcara el cielo
desde la sima que estrechó mi gusto
y el vagabundo trajinar del día
apaciguó sin igual disgusto
hasta lograr en el sendero simple
la fiel certeza que a vivir reduzco
cuando aquel norte que llamó a mi puerta
fuera el recinto que encendió mi lustro