No es casual que en una época de crisis global como la que vivimos, el Padre Carlos Antonio Pérez, poeta, haya escrito esta obra.
Se trata de una trasposición del Apocalipsis en lenguaje poético, con la intención de aproximar a la gente el libro de difícil lectura, con el que la Biblia culmina la historia de la salvación.
No se trata, propiamente, de un libro de poesía como se la entiende hoy. Si bien asienta en el inapreciable verso endecasilábico de raigambre española, no excluye el versículo libre posmodernista, apuntando hacia cierta rusticidad vecina de la prosa.
Difícil de encuadrar en clasificación precisa alguna, el lejano texto que la sostiene corresponde estilísticamente al cantar de gesta.
Por todo ello, conforma una obra singular, extraña en su acertada intertextualidad con el Libro Sagrado que lo rige.
Muy apropiadas la selección de notas aclaratorias de Humberto Magnasco.
A Jesús el Señor, Rey de Reyes,
vencedor de la sombra del abismo:
Alabanzas y Gloria,
aguardando las Bodas del Cordero
Introducirse en el sagrado libro del Apocalipsis es tarea compleja; sin embargo apocalipsis significa "revelación" por lo que no puede resultar ininteligible (como algunas veces se ha pensado a propósito de este libro).
Dios aquí se nos revela a través del ángel a su servidor Juan.
No podremos comprender todo el misterio profético encerrado en él, pero a medida que han pasado los siglos, se han ido cumpliendo diversos anuncios de esta profecía, por lo que la interpretación de estas páginas va resultando mucho más inteligible que en los primeros siglos de la era cristiana; así lo expresa el P. Leonardo Castellani en su libro El Apokalipsis de San Juan (1963):
"Desde hace pocos años, las predicciones del Apokalypsis se han vuelto potencialmente próximas. El mundo atraviesa la crisis más grande de su historia. La Revelación de San Juan ha dejado de ser un libro sellado y se entiende claramente (...) (Philberth citado por P. Castellani, 1963:382)
"(...) como dice Philipp Dessauer: una profecía se hace inteligible cuando el Suceso se aproxima y existen de hecho los elementos de su contenido; y lo mismo expresaron Newman, Bossuet, Santo Tomás y muchos Padres antiguos" (P. Castellani, 1963:148)
Sencillamente esto es así porque todo el libro remite, a cada paso, al tiempo futuro de la Iglesia y del mundo para comprender el presente de cada etapa de la historia; esto aparece como muy vigente respecto de nuestra actualidad y habiendo superado los 2000 años desde que fue escrito, hoy estamos en los últimos tiempos de este período de la humanidad (cuyas características se expresan en esta obra). Sintetizando el recorrido de esta revelación, digamos que las "Cartas a las siete Iglesias" de los capítulos 2 y 3, sintetizan proféticamente los veinte siglos de la Iglesia; lo que ocurrió en las comunidades del Asia Menor, sigue concretándose en toda la Iglesia con distintos matices en cada una de sus épocas. El Señor en sus Cartas exhorta continuamente a la fidelidad al pacto de amor hecho por Dios con su Pueblo fiel. También reprueba el Señor las diversas infidelidades de los creyentes en cada una de las épocas de la Iglesia representadas en las "siete Iglesias".
Por otra parte, así como el Señor anima en las siete Cartas a vivir en la esperanza a las comunidades que se mantienen fieles, así también todo el libro es el anuncio de la Esperanza del triunfo definitivo en nuestra historia que vivirá Jesucristo el Cordero Fiel y su Esposa la Iglesia. Ese Triunfo aparece muy claro en la celebración de "las bodas del Cordero" y en la "Jerusalén celestial", donde no habrá sombras, ni llanto, ni hambre, ni muerte. Habrá un cielo nuevo y una tierra nueva precedidos aquí en la tierra por el reinado de los "mil años" de Jesucristo. Ese reinado tendrá lugar luego de la persecución del anticristo a los fieles creyentes y de la purificación de toda la humanidad por parte del Señor.
Cristo vencerá a satanás y lo encerrará por mil años en el infierno y será entonces cuando surja con gran fuerza la era de paz, de gracia y de amor que vivamente esperamos.
El contenido de los anuncios expuestos en "los siete sellos", "las siete trompetas" y "las siete copas" hacen referencia a la necesaria intervención de la justicia divina para purificar a la humanidad y castigar el pecado del desafío de los hombres a Dios. El hombre de todos los tiempos y particularmente de nuestro tiempo, muchas veces desafió a Dios y lo desplazó de su vida endiosándose a sí mismo y renegando del Justo y del Santo, del Creador y Padre.
María en su lucha contra el anticristo como "Mujer vestida de sol" triunfará y pisará la cabeza de la serpiente infernal que querrá y no podrá vencerla a Ella y al ejército celestial.
María triunfará y también con ella sus hijos fieles gozarán del triunfo. Su Corazón Inmaculado finalmente triunfará junto a Cristo Rey su divino hijo, es por eso que Jesús al comentar los signos de los tiempos nos dijo: "cuando vean que suceden estas cosas difíciles alégrense porque vuestra liberación está cerca" (cf. Lc 21, v.28).
Quiero señalar que leyendo el Apocalipsis me surgió la idea de transcribir en este libro textualmente algunos párrafos del escritor sagrado y en otros casos poetizar el texto en una serie de poemas pensados para dar más agilidad a la lectura de toda la profecía y quizá también en algunos casos una mayor claridad para entender algunos textos.
Los textos bíblicos transcriptos los encontrará el lector en letra cursiva. Ellos pertenecen a las traducciones de Mons. Armando Levoratti (Libro de la Nueva Alianza, 2006, B.A.: ed. Paulinas) y de Luis Alonso Schökel (La Biblia de nuestro Pueblo, 2008, Bilbao: ed. Mensajero). La letra normal corresponde a los poemas con los que intertextualizo con el texto sagrado.
Aconsejo leer las notas anexadas, donde se encuentra -entre otras- la interpretación que nos legara el P. Castellani en su libro El Apokalipsis de San Juan (1963).
El Espíritu que habla a las Iglesias ilumine a cada lector para su mayor crecimiento espiritual y para convertirlo en una luz capaz de proyectar la fe y la esperanza en todos los ambientes.
¡Ven Señor Jesús!
"El último de los escritos del Nuevo Testamento es un mensaje profético, destinado a reavivar la fe y la esperanza de los cristianos perseguidos. Lleva el título de APOCALIPSIS, palabra griega que significa "Revelación", y contiene una "Revelación de Jesucristo" comunicada "a su servidor Juan" por medio de un "Ángel" (1. 1-3).
El Libro está redactado en el estilo llamado "apocalíptico", muy utilizado en el mundo judío de esa época, y presenta evidentes analogías con el de otros escritos bíblicos y extrabíblicos. Dicho estilo tiene su origen en los oráculos proféticos que anunciaban el Reino mesiánico y la manifestación del Día del Señor, y encuentra su expresión más característica en el libro de Daniel.
La historia de las interpretaciones del Apocalipsis es muy variada y hasta contradictoria. El hecho es explicable, dadas las grandes dificultades que encierra esta obra. Para no caer en interpretaciones fantasiosas y arbitrarias, es necesario tener en cuenta que las visiones, en especial los números y los colores, son de carácter más bien simbólico que descriptivo.
Pero, a pesar de sus muchas oscuridades, el sentido profundo del Apocalipsis es sumamente claro: este célebre Libro anuncia el triunfo de Dios sobre todos los poderes que se oponen a su designio salvífico, y recuerda las promesas indefectibles hechas a la Iglesia. Cristo es el Señor de la historia, y más allá del tiempo, se realiza plenamente el Reino de Dios. Por eso, puede considerarse al Apocalipsis como el Libro por excelencia de la esperanza cristiana. Esa esperanza está latente en el ferviente anhelo de la Venida del Señor, que pone punto final al Apocalipsis y a todo el Nuevo Testamento: "¡Ven, Señor Jesús!" (22. 20)". (Mons. A. J. Levoratti, 2006:691).
"En el Apocalipsis, la centralidad de Jesucristo y la riqueza de su misterio son puestas de relieve desde el comienzo del libro (1,1) hasta el final (22,21). A la presentación del libro sigue la proclamación de una bienaventuranza o felicitación. Es la primera de las siete bienaventuranzas que jalonan la obra (1,3;14,13; 16,15; 19,9; 20,6; 22,7; 22,14). Ello significa que el Apocalipsis no es un libro terrible, un calendario de desdichas, sino que anuncia de parte de Dios una inmensa dicha (el siete quiere decir la suma total) para la Iglesia" (P. Alonso Schökel, 2008:2009)
Revelación de Jesucristo,
que le fue confiada por Dios para enseñar a sus servidores
lo que tiene que suceder pronto.
Él envió a su Ángel para transmitírsela a su servidor Juan.
Este atestigua que todo lo que vio es Palabra de Dios
y testimonio de Jesucristo.
Feliz el que lea,
y felices los que escuchen las palabras de esta profecía
y tengan en cuenta lo que está escrito en ella,
porque el tiempo está cerca.
Yo, Juan, escribo a las siete Iglesias de Asia.
Llegue a ustedes la gracia y la paz
de parte de aquel que es, que era y que viene,
y de los siete Espíritus que están delante de su trono,
y de Jesucristo, el Testigo fiel,
el Primero que resucitó de entre los muertos,
el Rey de los reyes de la tierra.
Él nos amó y nos purificó de nuestros pecados,
por medio de su sangre,
e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre.
¡A él sea la gloria y el poder
por los siglos de los siglos! Amén.
¡Miren! Él viene entre las nubes y todos lo verán,
aun aquellos que lo habían traspasado.
Por él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra.
Sí, así será. Amén.
Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios,
el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.
Yo, Juan, hermano de ustedes,
con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera
perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos,
a causa de la Palabra de Dios
y del testimonio de Jesús.
El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu
y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía:
"Escribe en un libro lo que ahora vas a ver,
Y mándalo a las siete Iglesias:
a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira,
a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea".
Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba,
y vi siete candelabros de oro,
y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre,
revestido de una larga túnica
que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro.
Su cabeza y sus cabellos tenían la blancura de la lana y de la nieve;
sus ojos parecían llamas de fuego;
sus pies, bronce fundido en el crisol;
y su voz era como el estruendo de grandes cataratas.
En su mano derecha tenía siete estrellas;
de su boca salía una espada de doble filo;
y su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza.
Al ver esto, caí a sus pies, como muerto,
pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo:
"No temas: yo soy el Primero y el Último, el Viviente.
Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre
y tengo la llave de la Muerte y del Abismo.
Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora
y lo que sucederá en el futuro.
El significado misterioso
de las siete estrellas que has visto en mi mano
y de los siete candelabros de oro es el siguiente:
las siete estrellas son los Ángeles de las siete Iglesias,
y los siete candelabros son las siete Iglesias".
"El libro del Apocalipsis se inicia con una serie de Cartas dirigidas a siete Iglesias de la provincia romana de Asia, actualmente inexistentes. En realidad, el número siete es simbólico y dichas Iglesias representan el conjunto de las comunidades cristianas de esa región. Todas las Cartas tienen un estilo semejante y están escritas en nombre del mismo Jesucristo, a quien se le dan diversos títulos, entre ellos el de "Hijo de Dios" (2.18). Es Él quien pasa revista a la conducta de aquellas comunidades, alabándolas unas veces por sus virtudes, y enjuiciándolas otras a causa de sus infidelidades.
Salvadas las distancias, el mensaje de estas Cartas vale para las Iglesias de todas las épocas. ¿Acaso ellas no están siempre expuestas a toda suerte de dificultades, tanto externas como internas? Es inevitable, y la historia lo atestigua de sobra, que el Cuerpo visible de Cristo sufra persecuciones, desviaciones e imperfecciones. Ahora como entonces, el Señor exhorta a los creyentes en Él a mantenerse fieles al fervor de los comienzos, mediante una constante renovación. La corona de esta fidelidad será la participación en el triunfo de Cristo, "el Primero que resucitó de entre los muertos" (1. 5)." (Mons. Armando Jorge Levoratti, 2006:692 ).
Escribe al Ángel de la Iglesia de Éfeso:
"El que tiene en su mano derecha las siete estrellas
y camina en medio de los siete candelabros de oro, afirma:
"Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia.
Sé que no puedes tolerar a los perversos:
has puesto a prueba a quienes usurpan el título de apóstoles,
y comprobaste que son mentirosos.
Sé que tienes constancia
y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer.
Pero debo reprocharte
que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo.
Fíjate bien desde dónde has caído,
conviértete y observa tu conducta anterior.
Si no te arrepientes, vendré hacia ti
y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente.
Sin embargo, tienes esto a tu favor:
que detestas la conducta de los nicolaítas,
lo mismo que yo".
El que pueda entender,
que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias:
al vencedor, le daré de comer del árbol de la vida,
que se encuentra en el Paraíso de Dios".
Escribe al Ángel de la Iglesia de Esmirna:
"El Primero y el Último,
el que estuvo muerto y ha revivido, afirma:
"Conozco tu tribulación y tu pobreza,
aunque eres rica, así como también
la maledicencia de los que se llaman judíos,
y no son más que una sinagoga de Satanás.
No temas por lo que tendrás que padecer:
mira que el demonio va a arrojar en la cárcel
a algunos de ustedes para que sean puestos a prueba,
y tendrán que sufrir durante diez días.
Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida".
El que pueda entender, que entienda
lo que el Espíritu dice a las Iglesias:
la segunda muerte no dañará al vencedor".
Escribe al Ángel de la Iglesia de Pérgamo:
"El que tiene la espada de doble filo afirma:
"Sé que tú habitas donde está el trono de Satanás.
A pesar de todo, permaneces fiel a mi Nombre
y no has renegado de tu fe en mí,
ni siquiera en la época de Antipas, mi testigo fiel,
al que mataron en el lugar donde habita Satanás.
Sin embargo, debo reprocharte algo,
y es que tienes adictos a la doctrina de Balaam,
el que enseñó a Balac cómo debía seducir a los israelitas
para que se prostituyeran,
comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos.
Tienes además partidarios de la doctrina de los nicolaítas.
Arrepiéntete, o iré en seguida
para combatirlos con la espada de mi boca".
El que pueda entender,
que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias:
al vencedor, le daré de comer el maná escondido,
y también le daré una piedra blanca,
en la que está escrito un nombre nuevo
que nadie conoce fuera de aquel que lo recibe".
Escribe al Ángel de la Iglesia de Tiatira:
"El Hijo de Dios, el que tiene los ojos
como llamas de fuego y los pies
semejantes al bronce fundido, afirma:
"Conozco tus obras, tu amor, tu fe,
tu servicio y tu constancia.
Sé también que tus últimas obras
son más abundantes que las primeras.
Pero, debo reprocharte que toleras a Jezabel,
esa mujer que pretende ser profetisa,
la que engaña a todos mis servidores,
y les enseña a prostituirse comiendo
los alimentos sacrificados a los ídolos.
Yo le he dado tiempo suficiente para arrepentirse,
Pero ella no quiere dejar de fornicar.
Por eso, la arrojaré en un lecho de dolor,
y someteré a sus compañeros de adulterio
a una prueba terrible, si no se arrepienten de sus obras,
y haré morir a sus hijos. Así sabrán todas las Iglesias
que yo conozco íntimamente los sentimientos
y las intenciones. Y retribuiré a cada uno según sus obras.
En cuanto a ustedes, los demás de Tiatira,
los que no comparten esta doctrina
ni conocen 'los secretos de Satanás'
-como dicen ellos- no les impondré nada nuevo,
excepto que conserven firmemente lo que ya poseen,
hasta que yo vuelva.
Al vencedor, al que permanezca fiel hasta el fin,
le daré autoridad sobre las naciones.
Él las regirá con un cetro de hierro
y las destrozará como a un vaso de arcilla,
con el mismo poder que yo recibí del Padre;
y también le daré la Estrella de la mañana".
El que pueda entender, que entienda
lo que el Espíritu dice a las Iglesias".
Escribe al Ángel de la Iglesia de Sardes:
"El que posee los siete Espíritus de Dios
y las siete estrellas, afirma:
"Conozco tus obras: aparentemente vives,
pero en realidad estás muerto.
Permanece alerta y reanima
lo que todavía puedes rescatar de la muerte,
porque veo que tu conducta no es perfecta delante de mi Dios.
Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra:
consérvala fielmente y arrepiéntete.
Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón,
y no sabrás a qué hora te sorprenderé.
Sin embargo, tienes todavía en Sardes
algunas personas que no han manchado su ropa:
ellas me acompañarán vestidas de blanco,
porque lo han merecido.
El vencedor recibirá una vestidura blanca,
nunca borraré su nombre del Libro de la Vida
y confesaré su nombre delante de mi Padre y de sus Ángeles".
El que pueda entender, que entienda
lo que el Espíritu dice a las Iglesias".
Escribe al Ángel de la Iglesia de Filadelfia:
"El Santo, el que dice la Verdad,
el que posee la llave de David,
el que abre y nadie puede cerrar,
el que cierra y nadie puede abrir, afirma:
"Yo conozco tus obras; he abierto delante de ti
una puerta que nadie puede cerrar,
porque a pesar de tu debilidad,
has cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre.
Obligaré a los de la sinagoga de Satanás
-que mienten, porque se llaman judíos y no lo son-
a que se postren delante de ti
y reconozcan que yo te he amado.
Ya que has cumplido mi consigna de ser constante,
yo también te preservaré en la hora de la tribulación,
que ha de venir sobre el mundo entero
para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra.
Yo volveré pronto:
conserva firmemente lo que ya posees,
para que nadie pueda arrebatarte la corona.
Haré que el vencedor sea una columna
en el Templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí.
Y sobreél escribiré el nombre de mi Dios,
y el nombre de la Ciudad de mi Dios
-la nueva Jerusalén que desciende del cielo y viene de Dios-
y también mi nombre nuevo".
El que pueda entender,
que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias".
Escribe al Ángel de la Iglesia de Laodicea:
"El que es el Amén, el Testigo fiel y verídico,
el Principio de las obras de Dios, afirma:
"Conozco tus obras: no eres frío ni caliente.
¡Ojalá fueras frío o caliente!
Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca.
Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes
y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado,
digno de compasión, pobre, ciego y desnudo.
Por eso, te aconsejo: cómprame oro purificado
en el fuego para enriquecerte,
vestidos blancos para revestirte
y cubrir tu vergonzosa desnudez,
y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista.
Yo corrijo y reprendo a los que amo.
¡Reanima tu fervor y arrepiéntete!
Yo estoy junto a la puerta y llamo:
si alguien oye mi voz y me abre,
entraré en su casa y cenaremos juntos.
Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono,
así como yo he vencido
y me he sentado con mi Padre en su trono".
El que pueda entender, que entienda
lo que el Espíritu dice a las Iglesias".
"La segunda parte del Apocalipsis -bastante más extensa que la primera- está orientada hacia el gran "Día del Señor", cuando se manifieste la soberanía de Dios y del Mesías (12. 10). Varias visiones proféticas anuncian y preludian la llegada de ese Día en una forma simbólica y muchas veces desconcertante. El trasfondo histórico de esas visiones es la persecución desatada contra los cristianos por el poder imperial de Roma, a fines del siglo I. Dentro de ese marco, los capítulos 4 - 11 tratan de los últimos tiempos, teniendo en vista el Juicio de Dios sobre Israel, que culminó con la destrucción de Jerusalén. Y en los capítulos 12 - 13 -los más importantes del Libro- se describe el enfrentamiento de las fuerzas del mal con el nuevo Pueblo de Dios. En un primer momento, la victoria pertenece a las primeras, personificadas en el Imperio Romano, pero al fin será de Cristo y de sus elegidos. Babilonia -la ciudad del mal- será reemplazada por la Ciudad de Dios.
¡Cuántas veces se ha repetido esta lucha a lo largo de la historia! De allí la perenne actualidad del Apocalipsis, que no es un Libro para "intimidar" sino para "animar" a los creyentes. Llegará la hora del Juicio de Dios sobre todas las naciones. Y con ella, la consumación de la Alianza nupcial de Dios con la humanidad. Será la hora de "las bodas del Cordero" con "la nueva Jerusalén, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo" (19. 7; 21. 2)." (Mons. Armando Jorge Levoratti, 2006:698-699).
Y después se produjo una visión:
en el cielo, yo vi una puerta abierta
y esa voz conocida se expresó,
con un claro sonido de trompeta,
me dijo: "sube aquí y te mostraré
las cosas que muy pronto habrán de verlas"
y el Espíritu Santo me condujo
y en el cielo hubo un trono, que allí fuera
ocupado, por alguien que tenía
aspecto misterioso, de una piedra
de jaspe y de ágata. Rodeándolo,
un arco iris que claramente ardiera
con aspecto sutil de la esmeralda,
y a su entorno se vio, nítida escena,
los veinticuatro tronos que albergaban,
a veinticuatro ancianos que vistieran,
blancas túnicas bien resplandecientes
y coronas de oro en la cabeza.
De ese trono surgían fuertes truenos,
relámpagos y voces de la tierra,
y por delante ardían siete lámparas
que son los siete espíritus que elevan,
ante el trono de Dios sus alabanzas.
Y frente al mismo, un mar de transparencia
semejante al cristal y su hermosura,
y en medio de ese trono allí se observan
cuatro seres vivientes, con sus ojos
por delante y detrás de su cabeza.
El primer ser viviente tenía figura de león,
el segundo de toro, el tercero tenía rostro humano,
el cuarto tenía figura de águila volando.
Cada uno de los seres vivientes tenía seis alas,
cubiertas por dentro y por fuera de ojos.
No descansan ni de día ni de noche y dicen:
Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso,
el que era y es y será.
Cada vez que los seres vivientes
daban gloria y honor y gracias
al que estaba sentado en el trono,
al que vive por los siglos de los siglos,
los veinticuatro ancianos se postraban
ante el que estaba sentado en el trono,
adoraban al que vive por los siglos de los siglos
y ponían sus coronas delante del trono diciendo:
Eres digno, Señor Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque creaste el universo
y por tu voluntad fue creado y existió.
Nota: "El Cordero y el libro sellado significan el dominio profetal de Cristo sobre los acontecimientos históricos; y su triunfo y Reino Final. Sus siete cuernos son los siete ángeles más cercanos a Dios de la Tradición judía; los cuatro "vivientes" - animales - son los cuatro Evangelistas; los Veinticuatro Ancianos son los Doce Patriarcas y los Doce Apóstoles: todo el Israel de Dios" (P. Castellani, 1963:92). El Apocalipsis tiene un estilo recapitulante: "El Apokalypsis consta de Siete Sellos, que encierran toda la historia del cristianismo. Los seis primeros contienen toda la historia general hasta nuestros días; el Séptimo Sello se descompone en Siete Trompetas, que representan la historia del fin. Las seis primeras contienen el movimiento hacia el desenlace; la Séptima a su vez se descompone en las Siete Copas, que son la consumación de la historia del fin. Las seis primeras son la introducción; la Séptima es el acto final, en el cumplimiento del Juicio del mundo histórico, y la Humanidad caída." (Philberth citado por P. Castellani, 1963:383)
Vi en la mano derecha que guardaba,
quien se había sentado en aquel trono,
un libro que fue escrito y resguardado,
por adentro y por afuera sin escollos
y sellado también por siete sellos.
Vi al ángel muy potente en su alborozo,
diciendo en alta voz: "Aquí está el libro
¿quién es digno de abrirlo con decoro
y abrir con propias manos siete sellos?"
pero nadie en el cielo fue celoso,
ni en la tierra, ni aun debajo de ella,
por abrir este libro y sus tesoros,
ni leer lo que encierran esos sellos
y lloré porque nadie en tal asombro,
fue capaz de leer en su secreto.
Pero vino un anciano generoso
y me dijo: "No llores sólo aguarda,
ha triunfado el león que es el retoño,
de David de la tribu de Judá,
y es él quien abrirá el libro de oro
y también abrirá los siete sellos".
Entonces vi un Cordero que en su rostro,
mostraba que había sido ya inmolado;
lo observaba de pie y estaba solo,
en medio de los veinticuatro ancianos
entre los seres vivos y aquel trono.
Tenía siete cuernos con sus ojos,
que son los siete espíritus de Dios,
enviados a la tierra en su socorro.
y el Cordero tomó el libro preciado,
de la mano del hombre de ese trono
y al tomar dicho libro celebraron,
esos seres vivientes en un todo
y también los ancianos se postraron,
allí frente al Cordero como un coro;
cada uno venía con su arpa
y perfumes que llenan copas de oro,
que son las oraciones de los santos
y decían cantando en sus coloquios:
Eres digno de recibir el libro y romper sus sellos,
porque fuiste degollado y con tu sangre
compraste para Dios hombres
de toda raza, lengua, pueblo y nación;
hiciste de ellos el reino de nuestro Dios y sus sacerdotes,
y reinarán en la tierra.
Y después oí la voz de multitudes,
de ángeles que estaban junto al trono
de los seres vivientes y de ancianos.
Y su número asume con gran gozo,
ser miles y millones celebrando
y exclamaban cantando allí entre todos:
Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, el saber,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
Y escuché a todas las criaturas,
cuanto hay en el cielo y en la tierra,
bajo tierra y en el mar, que decían:
Al que está sentado en el trono y al Cordero
la alabanza y el honor y la gloria
y el poder por los siglos de los siglos.
Los cuatro vivientes respondían Amén
y los ancianos se postraban adorando.
Nota: "El Cordero abre los sellos, revela el futuro. Los cuatro primeros dan suelta a cuatro caballos con sus jinetes. El Caballo Blanco es la Monarquía Cristiana, (...) la Cristiandad. El Caballo Rojo es evidentemente la guerra: indica el período preparusíaco de las "guerras y rumores de guerras", que dijo Cristo en su propio apokalypsis ser "el principio de los dolores de parto". Comenzó al ser retirada la Monarquía Cristiana. El Caballo Negro es también, manifiestamente, la Carestía, o, como dicen hoy, la Posguerra, la Crisis o el Crack: los pobres amenazados de hambre, los ricos seguros. Capitalismo mundial. El Caballo Amarillo (...) es la Última Persecución - con razón su jinete se llama "Muerte"- que mata con espada, hambre y "las fieras" - que Juan y los primeros cristianos conocieron bien en el Coliseo -, o sea, compendia los males anteriores y los amplía con uno nuevo. El Quinto Sello prolonga el Cuarto, pues son los mártires que están por venir de la gran Persecución. El Sexto Sello es la Parusía comenzada. Juan abandona, para interponer dos visiones celestes de consuelo, y cuando retoma el Séptimo es para abrirlo en la nueva visión de las Siete Trompetas. Procedimiento común, recapitulatio." (P. Castellani, 1963:92-93)
Vi al Cordero que abría el primero de los siete sellos
y oí a uno de los cuatro vivientes
que decía con voz de trueno: Ven.
Vi un caballo blanco y a su jinete con un arco;
le pusieron una corona,
y salió vencedor para seguir venciendo.
Cuando abrió el segundo sello,
oí al segundo viviente que decía: Ven.
Salió un caballo color fuego;
al jinete le encargaron que retirase la paz de la tierra,
de modo que los hombres se matasen.
Le entregaron una espada enorme.
Cuando abrió el tercer sello,
oí al tercer viviente que decía: Ven.
Vi salir un caballo negro y su jinete
llevaba una balanza en la mano.
Oí una voz que salía de entre los cuatro vivientes:
Se vende una ración de trigo, por una moneda de plata
y tres raciones de cebada también por una moneda de plata;
pero no hagas daño al aceite ni al vino.
Cuando abrió el cuarto sello,
oí la voz del cuarto viviente que decía: Ven.
Vi salir un caballo amarillo;
su jinete se llama muerte y los acompaña
el que representa el reino de la muerte.
Les han dado poder para matar
a la cuarta parte de los habitantes del mundo,
con la espada, el hambre, la peste y las fieras.
Cuando abrió el quinto sello,
vi con vida debajo del altar a los que habían sido
asesinados por la Palabra de Dios
y por el testimonio que habían dado.
Gritaban con voz potente: Señor santo y verdadero,
¿cuándo juzgarás a los habitantes de la tierra
y vengarás nuestra sangre?
Entonces les dieron a cada uno una vestidura blanca
y les dijeron que esperaran todavía un poco,
hasta que se completase el número de sus hermanos
que, en el servicio de Cristo,
iban a ser asesinados como ellos.
Cuando se abrió el sexto sello,
vi que sobrevino un violento terremoto,
el sol se volvió negro como ropa de luto,
la luna tomó color de sangre,
las estrellas cayeron del cielo a la tierra,
como caen los higos verdes de la higuera
sacudida por el huracán.
El cielo se retiró como un rollo que se enrolla,
y todas las montañas e islas se desplazaron de sus puestos.
Los reyes del mundo, los nobles y los generales,
los ricos y poderosos, los esclavos y los hombres libres
se escondieron en grutas y cuevas de montes,
y decían a los montes y peñascos:
Caigan sobre nosotros y ocúltennos
de la mirada de aquel que se sienta
en el trono y de la ira del Cordero.
Porque ha llegado el día solemne de su ira y,
¿quién podrá resistir?
Nota: Los siervos de Dios serán preservados. Tal es el epígrafe y el consuelo que ofrece el capítulo siete. "Ciento cuarenta y cuatro mil, número simbólico, corresponde a las palabras de Cristo: "Tribulación grande que si se prolongara, caerían hasta los Elegidos si fuera posible; pero por amor de los Elegidos, abreviáranse aquellos días". Los Elegidos de todas las tribus de Israel son los perseverantes de los últimos días; después Juan muestra la muchedumbre de los otros ya salvados, "multitud magna, incontable, de todas las gentes, tribus y lenguas". Conversión de Israel en los últimos tiempos". (P. Castellani, 1963:93)
Luego vi cuatro ángeles que estaban
de pie, en los cuatro puntos cardinales
y sujetaban a los cuatro vientos,
pidiendo que en la tierra no soplasen,
ni tampoco en el mar ni a ningún árbol.
Luego vi a otro ángel en mi viaje
del oriente, llevando entre sus alas
el sello del Dios vivo, en voz muy grave
y se puso a gritar en esa hora,
a los ángeles prontos con su sable,
a dañar con la fuerza recibida
a la tierra y al mar en su velamen:
"no dañen a la tierra y a los mares
ni tampoco a los árboles del valle,
hasta tanto marquemos con el sello,
en la frente a los hombres en su embate,
porque sirven a Dios con entereza".
Oí el número de los marcados con el sello:
ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de Israel:
De la tribu de Judá doce mil, de la tribu de Rubén doce mil,
de la tribu de Gad doce mil, de la tribu de Aser doce mil,
de la tribu de Neftalí doce mil, de la tribu de Manasés doce mil,
de la tribu de Simeón doce mil, de la tribu de Leví doce mil,
de la tribu de Isacar doce mil, de la tribu de Zabulón doce mil,
de la tribu de José doce mil, de la tribu de Benjamín doce mil
marcados con el sello.
Vi después una enorme muchedumbre
Incontable, de todas las naciones
y familias y pueblos con sus lenguas.
Estaban ante el trono con su porte,
de pie en sus alabanzas al Cordero,
revestidos de túnicas muy nobles;
y llevando unas palmas en sus manos,
clamando en una voz que bien se oye:
La victoria es de nuestro Dios,
que está sentado en el trono, y del Cordero.
Todos los ángeles se habían puesto
en pie alrededor del trono, de los ancianos
y de los cuatro vivientes.
Se inclinaron con el rostro en tierra
delante del trono y adoraron a Dios 12diciendo:
Amén. Alabanza y gloria, sabiduría y acción de gracias,
honor y fuerza y poder a nuestro Dios
por los siglos de los siglos. Amén.
El anciano en su sede preguntó:
"¿quiénes son y de dónde habrán surgido
los que están revestidos de esas túnicas blancas?"
Y yo le respondí: "Tú lo sabes Señor";
Y él me dijo: "éstos son los que vienen celebrando,
y estuvieron sufriendo,
en el mar de la gran tribulación":
ellos han lavado sus vestidos
y los blanquearon en la sangre del Cordero.
Por eso están delante
del trono de Dios y rinden culto
de día y de noche en su santuario.
Quién está allí sentado en alto trono
habitará con ellos:
nunca más vivirán en los dolores
del hambre y de la sed,
ni serán agobiados por el sol
ni tampoco en su calor,
porque el Cordero que está en medio del trono
será su buen Pastor, que los conduzca
a las vertientes de agua viva,
y Dios ha de secar, toda lágrima doliente de sus ojos.
Nota: "El "Silencio en el Cielo por media hora" acontece al abrirse el Último Sello: significa que habrá un período de paz para la Iglesia al comenzar el mal tiempo, muy corto; y corresponde a la Signación, en la cual "los vientos de la tierra serán sujetados"; y no levantarán "el fragor de las olas del mar" (de los negocios terrestres); que dice Cristo "tendrá angustiados a los hombres" en los últimos tiempos" (P. Castellani, 1963:93). "El Angel del Turíbulo (...) arroja brasas encendidas sobre la tierra. Las oraciones de los Santos están sobre el Altar, así como su sangre está debajo. ¿Que piden? Lo hemos visto: el Juicio de los perseguidores, la vindicta de la sangre mártir. Se producen relámpagos y voces de trueno y después un gran terremoto: son las grandes herejías, con todas sus calamidades y matanzas, que terminan en la última, el Anticristo. El "gran terremoto" es siempre alusión a la Parusía" (P. Castellani, 1963:131)
Al abrir el Cordero el sello séptimo,
se produjo en el cielo un gran silencio,
que duró alrededor de media hora
luego vi, siete ángeles del cielo
que están en la presencia de su Dios,
y sus propias trompetas recibieron.
Y llegó otro ángel ubicándose
en torno al mismo altar, con el incienso
en un bello incensario de oro fino,
y también recibió entre sus aprestos
una gran cantidad de esos perfumes,
que al Señor se debieran ofrecerlos
en unión con la súplica ferviente
de los santos que viven en sus ruegos
sobre el sagrado altar que fuera armado,
por el oro que brilla con su fuego
junto a las oraciones de los Santos
y el humo de perfumes que en silencio,
en presencia de Dios que los recibe,
subió en manos del ángel hasta el cielo.
Luego el ángel llenó aquel inciensario
del altar, con las luces de su incienso
y arrojado en los surcos de esta tierra,
hubo gritos, relámpagos y truenos
y un temblor en la tierra se escuchó.
Los siete ángeles portando su secreto,
decidieron que suenen sus trompetas.
Nota: "Las Tubas significan las grandes herejías: son cambios de frente - que los antiguos indicaban con toques de trompas - en la historia de la humanidad, religiosamente contemplada" (P. Castellani, 1963:94). "Los grandes herejes, que determinan los grandes cambios de frente de la humanidad ("clangor de tubas") son los que traen al Anticristo y son de él figuras y precursores. Antíoco Epífanes - como tenemos en Daniel - y después Juliano el Apóstata, Nerón... fueron sus sombras" (P. Castellani, 1963:131). "La primera tuba es la herejía arriana (...) A partir de la Cuarta, no una tercia parte sino todo el mundo es afectado; y las Tres restantes se convierten en tres Alaridos (los Tres Ayes)" (P. Castellani, 1963:94). "Lo que viene ya es del Anticristo: herejías totales en todo sentido, la Guerra de los Continentes, la Parusía" (P. Castellani, 1963:134)
El primero dio un toque de trompeta:
hubo granizo y fuego mezclados con sangre,
que fue arrojado a la tierra.
Se quemó la tercera parte de la tierra,
junto con la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde.
El segundo ángel dio un toque de trompeta:
una montaña enorme se desplomó ardiendo en el mar.
La tercera parte del mar se volvió sangre,
la tercera parte de los seres vivos marinos pereció,
y la tercera parte de las naves naufragó.
El tercer ángel dio un toque de trompeta:
cayó del cielo una estrella gigantesca,
ardiendo como una antorcha;
cayó sobre la tercera parte de los ríos
y sobre los manantiales de agua.
La estrella se llama Ajenjo.
Un tercio del agua se volvió ajenjo
y muchos hombres que bebieron de esas aguas murieron,
porque se habían vuelto amargas.
El cuarto ángel dio un toque de trompeta:
se oscureció la tercera parte del sol,
de la luna y de las estrellas,
de modo que una tercera parte de todo se oscureció;
faltó una tercera parte de la luz del día
y lo mismo sucedió con la noche.
Vi un águila volando por lo más alto del cielo
y oí que gritaba muy fuerte:
¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra
cuando suenen las trompetas
que van a tocar los otros tres ángeles!
Nota: El toque de la quinta trompeta: "El Profeta explica el oscurecimiento del sol y de la luna (el conocimiento de Dios y de Cristo) de la Tuba anterior por la caída de una "estrella del cielo". (...) [el triunfo de una herejía] sobre un tercio de Occidente. Poco importa quién fue: la humareda oscureció el conocimiento de Dios (...) [la herejía] se prolonga en el actual modernismo: la peor herejía que ha existido, pues encierra en su fino fondo la adoración del hombre en lugar de Dios, la religión del Anticristo. (...) La religión dentro de los confines de la razón pura (...) En realidad es sujetar a Dios bajo la razón del hombre y hacer a su pobre intelecto supremo y absoluto" (P. Castellani, 1963:135-136)
Cuando el quinto ángel tocó su trompeta,
vi una estrella caída del cielo al odre de la tierra,
esa estrella en su mano recibió
la llave del pozo del abismo,
y horadando su cuenco,
comenzó a subir espeso el humo,
semejante al de un horno,
oscureciendo el sol también el aire,
de aquel humo salieron las langostas,
que lograron expandirse en todas partes
y ellas recibieron el poder
propio del escorpión entre los hombres,
se les ordenó que no dañaran,
ni praderas ni plantas ni a los árboles,
sino solamente a aquéllos
que en su frente no hubieran recibido
la marca del Señor.
Se les permitió, no su matanza,
sino sólo el tormento en cinco meses,
con aquel sufrimiento semejante,
a la picadura de escorpiones,
los hombres buscarán en esos días
que los lleve la muerte,
y no la encontrarán;
desearán morir pero la muerte,
huirá de ellos,
las langostas entonces parecían,
caballos dispuestos a la guerra:
tenían su cabeza resguardada,
con algo semejante a las coronas de oro
y su rostro semejante también al rostro humano.
La cabellera allí se parecía,
al cabello de mujeres
y sus dientes cual dientes de leones,
su tórax, una coraza de hierro;
y el ruido de sus alas
como carros abriéndose al combate,
con muchísimos caballos,
tenían como cola una suerte de cuña,
que recordaba al aguijón que está en los escorpiones
porque en ellos tendrán aquel poder,
para dañar a los hombres
durante cinco meses,
su rey es el ángel del abismo
cuyo nombre es destructor:
Abbadón en hebreo y Apolión en griego,
la primera tortura ya ha pasado,
pero sepan que ahora se aproximan dos más.
Nota: El toque de la sexta trompeta: "La Guerra de los Continentes. Los cuatro Angeles atados más allá del Éufrates son cuatro Reyes o Reinos de Oriente, como dice después el Profeta. El ejército de 200 millones de hombres es tal que no se vio nunca en la antigüedad - el de Jerjes invasor de Grecia tenía un millón de hombres -; y así los intérpretes antiguos tuvieron este número por inconcebible; el cual [hoy] se ha vuelto posible (...) ¿Será evitada la Gran Guerra Tercera? Algunos intérpretes leen que San Juan habla de la preparación de esa guerra, no de su consumación: Roberto Hugo Benson, pone en su gran novela Señor del Mundo que la Gran Guerra con el Oriente será evitada justamente por el Anticristo (...), que por esa proeza diplomática se convierte en Emperador del mundo entero, menos la Argentina" (P. Castellani, 1963:143-145)
Cuando el ángel tocara la trompeta,
yo escuché una voz que provenía,
de aquellos cuatro ángeles que existen,
en el altar de Dios, a quien veían
y esa voz le pidió al sexto ángel
que tenía trompeta conocida:
suelta a los cuatro ángeles que están
y en las aguas del Éufrates anidan,
atados con cadenas este tiempo.
Y allí fueron soltados cual pedían,
esos ángeles siempre preparados,
para la hora el mes el año y día,
en que allí deberían exterminar,
una tercera parte de las vidas
de los hombres, que aguardan su destino.
Y su ejército daba allí cabida
a doscientos millones de jinetes:
este número fue el que yo oía.
En visión contemplé cuanto comento:
los jinetes llevaban en su prisa
las corazas de fuego y del azufre,
y también de jacinto se advertían;
la cabeza que muestran los caballos,
cabezas de leones parecían,
su boca vomitando fuego y humo
y también el azufre allí surgía.
Por esas tres plagas que salían de su boca,
fuego y humo y azufre,
pereció una tercera parte de la humanidad.
Los caballos tienen su fuerza
en la boca y en la cola.
Sus colas parecen serpientes con cabezas
y con ellas hieren.
El resto de los hombres
que no murieron por estas plagas,
no se arrepintieron de las obras de sus manos:
no dejaron de adorar a los demonios
y a los ídolos de oro, plata y bronce,
de piedra y madera, que ni ven ni oyen ni caminan.
No se arrepintieron de sus homicidios,
ni de sus brujerías,
ni de sus inmoralidades sexuales ni de sus robos.
Luego vi descender desde los cielos,
un ángel poderoso que fue envuelto,
en la nube que allí lo protegía
y un arco iris surgió con su destello
y cubrió su cabeza cual aureola,
y su rostro cual sol en su embeleso,
sus piernas parecían dos columnas,
que estuvieran envueltas con el fuego
y también en su mano se observaba,
un libro que en su porte era pequeño.
Él puso sobre el mar su pie derecho
y en la tierra pisaba con su izquierdo,
y gritó con potencia en propia voz,
semejante al león que iba rugiendo.
Entonces se escucharon resonar,
las voces que expresaron siete truenos.
Y luego que ellos dieron su palabra,
me dispuse a escribir lo que dijeron
y una voz desde el cielo me ordenó:
"las palabras que oíste son secretos
guárdalos en tu ser y ya no escribas
es designio de Dios y su misterio".
El ángel que yo viera sobre el mar
y pisando su pie nuestro destierro,
en un gesto que clama por su Dios,
levantó su derecha hacia los cielos,
y juró por aquél que siempre vive,
por siglos de los siglos entre velos,
por aquél que ha creado el mar profundo
y la tierra y también el alto cielo,
y dijo en su palabra: "se acabó
la vida de la espera con su tiempo.
Pero el día en que suene la trompeta,
del ángel que aparece como el séptimo,
y se escuche su voz se cumplirá,
sin tardanza de Dios su gran misterio,
conforme lo anunciaron los profetas,
que fueran del Señor humildes siervos".
La voz celeste que había oído
me dirigió de nuevo la palabra:
Anda, toma el pequeño libro que tiene abierto
en la mano el ángel plantado sobre el mar y la tierra firme.
Me dirigí al ángel y le pedí que me entregara
el pequeño libro. Me dice: Toma y cómelo,
que en la boca te sabrá dulce como miel y amargo en el estómago.
Tomé el pequeño libro de mano del ángel y lo comí:
en la boca era dulce como miel;
pero cuando lo tragué, sentí amargo el estómago.
Me dicen: Tienes que profetizar de nuevo
sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.
Nota: La Visión de la Medición del Templo "significa la reducción de la Iglesia fiel a un pequeño grupo perseverante y la vasta adulteración de la verdad religiosa en todos los restantes; y en esto están unánimes todos los Santos Padres" (P. Castellani, 1963:94-95).
Respecto de la Visión de los Dos Testigos "Son o bien Enoch y Elias redivivos para preparar a los fieles a la Gran Agonía, o bien dos grandes jefes religiosos cabezas de los cristianos y de los judíos fieles (...)" (P. Castellani, 1963:95). Según Straubinger (1946:370) y Alonso Schökel (2008:2020) los dos testigos son como los dos olivos de los que habla Zacarías (Cap. 4): ellos alimentan el aceite purísimo de las lámparas del Templo, figura de la mirada vigilante de Dios sobre la tierra. Son ungidos: uno como Sacerdote al modo de Josué y otro como Rey, al modo de Zorobabel reconstructor del Templo. Son maltratados y mueren, se les niega sepultura. "Ante su muerte degradante los pueblos no se conduelen (...) se alegran y se hacen regalos. Con qué razón a Juan le supo amargo el libro" (P. Alonso Schökel, 2008:2021)
Recibí por entonces una vara,
semejante a un bastón para que hiciera,
extensa medición mientras decían:
"levántate a medir en esta tierra,
el templo del Señor también su altar
y a quienes adoraran con su lengua.
No repares espacios de aquel atrio
exterior, a su templo y no pretendas
medirlo, porque ha sido allí entregado
a los hombres paganos, que festejan
pisotear la Ciudad santa que sufre,
por cuarenta y dos meses su defensa.
Pero yo encargaré a mis dos testigos,
que revelen a Dios como profetas,
el anuncio que allí se ha de expresar,
en días un mil doscientos sesenta,
pues conocen de quién dan testimonio,
urgiendo en su ropaje penitencia.
Son los olivos y las dos lámparas
que están ante el Señor del mundo.
Si alguien intenta hacerles daño,
echarán por la boca un fuego que consumirá a sus enemigos.
Así ha de morir quien intente hacerles daño.
Ellos tienen poder para cerrar el cielo,
de modo que no llueva mientras ellos profetizan,
y poder sobre las aguas para convertirlas en sangre,
y poder sobre la tierra para herirla con plagas cuando quieran.
Cuando hubieran vivido el testimonio,
la Bestia del abismo hará la guerra,
vencerá y los testigos tendrán muerte.
Sus cuerpos yacerán y serán presa,
de burlas en la plaza ciudadana,
que se llama en simbólica manera,
Sodoma y también se llama Egipto,
donde fuera el Señor muerto en su cena.
Y estarán a la vista de los hombres,
por tres días y medio en tal escena,
ante todos los pueblos y familias
y naciones también de muchas lenguas,
y no se admitirá que los entierren.
Más habrá mucho gozo y habrá fiesta,
entre los habitantes que en el mundo,
odiaban la palabra de esa escena,
los profetas que fueran sus testigos,
y su voz semejaba una tormenta,
pues ellos proclamaban con ardor
la brasa de su llama verdadera".
Pasados los tres días y medio,
el aliento de vida de Dios penetró en ellos,
y se pusieron en pie.
Los que lo vieron se llenaron de terror
y oyeron una voz potente, del cielo,
que les decía: Suban acá.
Subieron en una nube al cielo
mientras sus enemigos los miraban.
En aquel momento sobrevino un gran terremoto
y la décima parte de la ciudad se derrumbó
y murieron en el terremoto siete mil personas.
Los restantes se aterrorizaron
y confesaron la gloria del Dios del cielo.
Pasó el segundo ay; mira que pronto llega el tercero.
Cuando el séptimo ángel,
tocó la trompeta resonaron,
en el cielo unas voces potentes que decían:
"El dominio del mundo ya ha pasado
a manos del Señor nuestro Mesías,
y su reino será desde esta hora,
por los siglos de los siglos realidad"
y los veinticuatro ancianos
que estaban sentados en sus tronos delante de Dios,
se postraron allí para adorarlo,
mientras todos orantes proclamaban:
Te damos gracias, Señor, Dios Todopoderoso,
el que es y el que era,
porque has asumido el poder supremo y el reinado.
18 Los paganos se habían enfurecido,
pero llegó el tiempo de tu ira,
la hora de juzgar a los muertos
y de dar el premio a tus siervos los profetas,
a los consagrados, a los que respetan tu Nombre,
pequeños y grandes;
la hora de destruir a los que destruyen la tierra.
En el mismo momento allí se abrió,
el templo del Señor que está en el cielo
y el arca de la alianza allí se expuso,
y hubo rayos y voces, fuertes truenos,
y el temblor de la tierra tomó vida
y cayeron granizos de gran peso.
Y apareció en el cielo un signo grande:
glorioso de Mujer ya revestida,
con las luces del sol, resplandeciente
y la luna a sus pies donde ella pisa,
y una regia corona y doce estrellas
que exaltan su cabeza bendecida.
Estaba embarazada y su dolor,
provocaba los gritos que se oían,
porque pronto debía dar a luz
y apareció en el cielo en su porfía,
otro signo: un enorme dragón rojo,
como el fuego que intrépido surgía,
con sus siete cabezas y diez cuernos,
y tenía diademas que vestían,
a las siete cabezas del dragón.
Y su cola arrastraba en su malicia
tres partes de los astros de los cielos,
que a la tierra furioso precipita.
El dragón se enfrentó con la mujer,
dispuesta para dar a luz de prisa,
un varón a quien quiso devorar,
pues su rol era luz que fue encendida,
para luego regir todos los pueblos,
con su cetro de hierro que trepida.
Pero el hijo por fin fue trasladado,
hasta el trono de Dios que al hijo cuida
la mujer fue corriendo hacia el desierto,
donde Dios la tendría protegida,
en refugio que allí la alimentara,
en un mil doscientos sesenta días.
Nota: "Existe una interpretación disparatada de este pasaje que lo refiere a la caída de los ángeles malos antes de la creación del universo: o sea, que San Juan abandonaría aquí el profetizar sobre la Parusía y saltaría atrás más allá del Génesis, a la pre-historia sagrada. Pero el cántico del Ángel indica claramente la Parusía. No existe ningún relato de la Caída de los Ángeles en la Escritura, excepto una frase suelta de Cristo; y esta frase no señala ninguna lucha: "Vi a Satanás caer del cielo como un rayo": cayó por su propio peso y pecado. Los textos del Viejo Testamento que se suelen aplicar a la Caída de los Angeles son figurativos, se refieren literalmente a Reyes impíos que los Profetas tenían delante. Por ejemplo, el socorrido de Isaías, 14. 12, se refiere al Rey de Babilonia: "¡Cómo has caído del cielo! ¡Estrella de la mañana! [Lucífero]" (P. Castellani, 1963:166-167)
Entonces se libró una gran batalla,
en lo alto del cielo,
Miguel y sus arcángeles lucharon,
contra el dragón y sus ángeles,
que fueron vencidos y expulsados del cielo.
Y así fue precipitado,
el enorme dragón,
la antigua serpiente,
llamado diablo o satanás,
y el antiguo seductor del mundo fue arrojado,
a la tierra con todos sus ángeles.
Y escuché muy potente aquella voz
que resonó en lo alto:
Ha llegado la victoria, el poder y el reinado de nuestro Dios
y la autoridad de su Cristo;
porque ha sido expulsado
el que acusaba a nuestros hermanos,
el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios.
Ellos lo derrotaron con la sangre del Cordero
y con su testimonio, porque despreciaron la vida hasta morir.
Por eso que se alegren los cielos, y sus habitantes.
Pero, ¡Ay de la tierra y del mar!,
porque el Diablo ha bajado hasta ustedes,
enfurecido, porque sabe que le queda poco tiempo.
El dragón que se vió precipitado,
en la tierra enseguida se lanzó,
siguiendo con su furia a la mujer,
que dio a luz a su hijo que es varón.
Y entonces recibió aquella mujer,
dos alas de aquel águila mayor,
para así refugiarse en el desierto,
donde iba a salvarse del terror,
en el tiempo de tres años y medio
lejos de la serpiente y su tesón.
La serpiente volcó tras la mujer
como un río de agua su furor,
a fin de que pudiera allí arrastrarla.
Pero vino la tierra y la salvó,
protegiendo la faz de la mujer,
y abriendo allí su boca consumió,
el río que el dragón había arrojado.
Y el dragón ya furioso arremetió,
contra el resto que vive y que desciende,
de la propia mujer que allí observó,
el ataque a sus hijos obedientes,
que son firmes testigos del Señor.
y yo quedé de pie sobre la playa
Nota: La Bestia del Mar "es simplemente el Anticristo; también unánime interpretación de los Padres. La Cabeza herida de muerte y después curada es un Reino antiguo extinguido, y ahora restaurado por el Emperador Plebeyo". (P. Castellani, 1963:95). "El Anticristo no será un demonio, sino un hombre "demoníaco": tendrá "ojos como de hombre", levantados con la plenitud de la ciencia humana, y hará gala de humanidad y "humanismo"; aplastará a los santos y abatirá la Ley, tanto de Cristo como la de Moisés" (P. Castellani, 1963:198)
Entonces percibí en mis propios ojos,
emerger desde el mar una gran Bestia,
con sus siete cabezas y diez cuernos.
Cada cuerno tenía una diadema
y sobre sus diez cuernos existían,
leyendas cuyos nombres son blasfemias.
En la Bestia las patas eran de oso,
parecía su cuerpo una pantera,
y la boca era propia de un león.
El dragón le cedió con su vileza,
su poder y su trono y gran imperio.
Una herida mostraba su cabeza,
y un peligro de muerte amenazaba,
más su llaga mortal no estaba enferma.
La tierra en su conjunto al contemplarla,
quedó maravillada de su fuerza.
Y siguió a la Bestia en su capricho,
de mostrar su maldad y su impureza
y todos adoraron al dragón,
por darle su poder a quien enreda,
y también a la Bestia la adoraron,
sin luchar con su imagen tan severa.
Y se le permitió abrir su boca,
y decir las palabras más blasfemas.
Y le dieron poder para que actuara,
en cuarenta y dos meses con destreza.
ella habló con su odio sin medida,
para echar al Señor maledicencias,
ofendiendo su nombre y su Santuario
hirió a los habitantes de alta esfera
y también ella obtuvo aquel auxilio,
de atacar a los santos y que venzan,
y esgrimió aquel poder que se le dió
sobre pueblo y nación familia y lengua.
Los seres de la tierra la adoraron,
sus nombres no figuran aunque quieran
en el libro glorioso en que se narra,
la Vida del Cordero y su proeza
por lograr a los hombres la victoria.
Quien debe ir a la cárcel tendrá celda;
quien tenga que morir por una espada,
morirá con su filo y por su fuerza,
la constancia y la fe que está en los santos
se podrá constatar en tanta prueba
y frente a tal misterio revelado,
el que pueda entender así lo entienda.
Vi subir de la tierra otra Bestia,
con dos cuernos como de Cordero,
que hablaba como un dragón.
Ejercía toda la autoridad
de la primera Bestia en su presencia,
y obligaba a todos los habitantes
de la tierra a adorar a la primera Bestia,
cuya herida mortal se había sanado.
Hace grandes señales:
hace caer rayos del cielo a la tierra
en presencia de los hombres.
Engaña a los habitantes de la tierra con las señales
que le permiten hacer delante de la Bestia.
Manda a los habitantes de la tierra fabricar
una imagen de la Bestia herida a espada y todavía viva.
Le permitieron infundir aliento
en la imagen de la Bestia,
de modo que la imagen de la Bestia
hablara e hiciera morir
a los que no adoraban la imagen de la Bestia.
A todos, pequeños y grandes,
ricos y pobres, libres y esclavos,
hace que les pongan una marca
en la mano derecha o en la frente;
de modo que el que no lleve la marca
con el nombre de la fiera
o con los numerales de su nombre
no pueda comprar ni vender.
¡Aquí se pondrá a prueba el talento!
El que tenga inteligencia que calcule
el número de la Bestia;
es número de una persona y equivale a 666.
Vi al Cordero que estaba allí de pie,
sobre el monte Sión, acompañado
por decenas de miles de elegidos,
cuya frente tenía bien grabado,
el nombre del Cordero y de su Padre.
Desde el cielo una voz que hube escuchado
cual estrépito fuerte de un torrente,
y el ruido de algún trueno que han tocado,
y esa voz semejaba en su sonido,
un concierto de arpas que han tocado:
aquellos elegidos que entonaban,
ante el trono de Dios un nuevo canto,
delante de los cuatro seres vivos
y también escuchaban los ancianos.
Nadie pudo aprender aqueste himno
sino los elegidos rescatados,
de la tierra en que ellos habitaban,
sin que fueran jamás contaminados,
con mujeres y lucen como vírgenes.
Dóciles a las voces que haya dado
el Cordero en sus múltiples senderos.
Han sido aquellos hombres rescatados,
para Dios y el Cordero que redime
y son en su pureza inmaculados,
y en su boca no hubo una mentira
ni sombra que opacara lo guardado.
Nota: La suprema Buena Nueva "No es nuestro Evangelio, es este mismo libro Apokalypsis: es el anuncio de la Parusía. Quizás significa que este librito "sellado", al fin de los tiempos será "abierto"" (P. Castellani, 1963:220). "Babilonia es la gran ciudad capitalista: no sabemos cuál (...). Ella sustenta la falsa religión universal, que es "el vino de su fornicación". Su ruina futura es predicha aquí como ya pasada; y más adelante, minuciosamente descrita. Por supuesto que el typo de esta profecía es la Roma pagana, como veremos adelante; a la cual también San Pedro en su Epístola I llama Babilonia." (P. Castellani, 1963:226).
Luego vi otro ángel que volaba,
en lo más empinado de los cielos,
portador de suprema novedad,
la eterna que debía en propio celo,
anunciar a los seres de la tierra,
naciones y familias lengua y pueblo
y él llamaba en su voz con gran potencia:
Respeten a Dios y denle gloria, porque ha llegado
la hora de su juicio. Adoren al que hizo
el cielo y la tierra, el mar y los manantiales.
Otro ángel siguió con el anuncio:
"Ha caído por siempre en este suelo
Babilonia la grande que ha entregado
de beber aquel vino que es veneno
embriagante de su prostitución".
Otro ángel surgió en voz de hierro:
"El que adore a la Bestia o a su imagen
y reciba su marca como sello,
en la frente o también en una mano
habrá de consumir como su precio,
el vino de la fuerte indignación
de Dios, que se ha volcado por entero
en la copa colmada de su ira,
y será atormentado por el fuego
y el azufre delante de los ángeles,
y también en presencia del Cordero.
Se eleva por los siglos de los siglos
el humo que produce su tormento,
y aquéllos que hoy adoran a la Bestia
y su imagen, reciben con su sello
la marca de su nombre y no tendrán
reposo en su existencia y en su techo.
¡Aquí está la constancia de los santos,
que observan los mandamientos
de Dios y se mantienen fieles a Jesús!
Oí una voz celeste que decía: Escribe:
Felices los que en adelante mueran fieles al Señor.
Sí -dice el Espíritu- descansarán de sus fatigas
Porque sus obras los acompañan.
Nota: "El juicio Final también Cristo lo figuró en una siega en la Parábola de la Cizaña y el Trigo. Aquí se convierte en una Siega, y una Vendimia que después es pisada. El "como un hijo del hombre" no es Cristo sino un Ángel ("y mandará sus ángeles, y harán la siega, y apartarán en haces la cizaña..."). Esta vendimia comprende buenos y malos, tanto uvas como agraces. Tanto esta imagen, como la que vendrá después en el Capítulo 20, del Tribunal y los Libros, son por supuesto metáforas" (P. Castellani, 1963:229). "La figura de la vendimia se mezcla con imágenes bélicas" (P. Castellani, 1963:230). "La Visión del Segador Sangriento alude a la gran Guerra de los Continentes." (P. Castellani, 1963:96).
Vi una nube blanca y en la nube
sentada una figura humana,
con una corona de oro en la cabeza
y en la mano una hoz afilada.
Enseguida del templo salió un ángel,
y clamó con potencia a quien estaba
sentado en el espacio de la nube:
"Empuña ya tu hoz en la jornada
ha llegado este tiempo de cosecha
y la siembra se encuentra madurada".
Y el que estaba sentado hendió su hoz
en la tierra que al fin ya fue segada.
Entonces otro ángel resurgió
del templo que en el cielo ardió en su talla,
llevando entre sus manos otra hoz,
dispuesta por estar bien afilada
y salió otro ángel del altar
que tiene sobre el fuego su fachada,
y gritó fuertemente al que tenía
para actuar una hoz bien preparada:
Mete la hoz afilada
y vendimia las uvas de la vid de la tierra,
porque los racimos están maduros.
El ángel metió la hoz en la tierra
y vendimió la vid de la tierra
y echó las uvas en la cuba grande de la ira de Dios.
Pisaron la cuba fuera de la ciudad
y se desbordó la sangre de la cuba,
que llegó a la altura del freno de los caballos
en un radio de trescientos kilómetros.
Después yo vi en el cielo un signo nuevo
que fue grande a mis ojos y admirable:
siete ángeles llevaban siete plagas,
que serían las últimas que allanen,
y consuman las iras del Señor,
y también pude ver en ese trance
como un mar de cristal bruñido en fuego.
Los que habían vencido en su combate,
a la Bestia, su imagen y su número,
estaban en el mar con arpas grandes,
y ubicados de pie ellos cantaban
el canto de Moisés con esas laudes
y el canto del Cordero en que decían:
Grandes y admirables son tus obras,
Señor Dios Todopoderoso;
justos y acertados tus caminos, Rey de las naciones.
¿Quién no te respetará, Señor,
quién no dará gloria a tu nombre?
Tú sólo eres santo,
y todas las naciones vendrán a adorarte en tu presencia,
porque se han revelado tus decisiones.
Después vi cómo se abría el templo,
la tienda del testimonio en el cielo.
Del templo salieron
los siete ángeles de las siete plagas,
vestidos de lino puro resplandeciente,
ceñida la cintura con cinturones de oro.
Uno de los cuatro vivientes
entregó a los siete ángeles
siete copas de oro llenas de la ira de Dios
que vive por los siglos de los siglos.
El templo se llenó de humo
por la gloria y el poder de Dios,
y nadie podía entrar en el templo
hasta que se completaron
las siete plagas de los siete ángeles.
Nota: "Las copas adquieren una dimensión universal: afectan a la totalidad de la humanidad y de la naturaleza. Llega la última oportunidad para la conversión. (...) La ira divina llega a sus últimas consecuencias. (...) Dios pide con urgencia una respuesta positiva de adoración" (P. Alonso Schökel, 2008:2027). "La Visión de las Siete Redomas (Copas) significa bien manifiesto las calamidades de los últimos tiempos, castigo de Dios a la Gran Apostasía: (...) el ensangrentamiento de las relaciones internacionales (...) la corrupción y perversión de la cultura (...) los daños y las amenazas de la técnica moderna (...) la confusión e impotencia política de los gobernantes (...) y las Tres Ranas son tres herejías [la última de las cuales es] el modernismo o naturalismo religioso. La séptima es la Parusía, precedida - por transición literaria - por la caída de Babilonia, la Urbe Capitalista". (P. Castellani, 1963:96-97).
Oí una voz potente que salía del templo
y decía a los siete ángeles:
Vayan a derramar a la tierra
las siete copas de la ira de Dios.
Salió el primero y derramó su copa en la tierra:
a los que llevaban la marca de la Bestia
les salieron úlceras malignas y graves.
El segundo derramó su copa en el mar:
se convirtió en sangre como de muerto,
y murieron todos los seres vivientes del mar.
El tercero derramó su copa en los ríos y manantiales
y se convirtieron en sangre.
Oí que el ángel de las aguas decía:
Justa es tu sentencia, oh Santo, el que eres y el que eras,
porque derramaron la sangre de santos y profetas;
les darás a beber sangre como se merecen.
Y oí decir al altar: Sí, Señor, Dios Todopoderoso,
tus sentencias son justas y acertadas.
El cuarto derramó su copa en el sol,
y le permitieron quemar a los hombres con fuego.
Los hombres se quemaron terriblemente
y blasfemaron del nombre de Dios,
que controla estas plagas;
pero no se arrepintieron dando gloria a Dios.
El quinto derramó su copa sobre el trono de la Bestia:
su reino quedó en tinieblas,
y se mordían la lengua de dolor.
Blasfemaron del Dios del cielo por sus úlceras y dolores;
pero no se arrepintieron de sus acciones.
El sexto derramó su copa en el río Grande -el Éufrates-:
su agua se secó para abrir paso a los reyes de oriente.
Después vi que salían de la boca
del dragón, de la Bestia y del profeta,
tres espíritus claramente impuros,
que en su forma a las ranas se asemejan.
Son esos los espíritus perversos
que realizan prodigios y guerrean,
en busca de los reyes de este mundo,
con el fin de incitar a la contienda,
el gran día de Dios omnipotente,
donde él nos invita a estar alertas
pues vendrá con la fuerza de un ladrón,
y feliz quien vigila y quien conserva
su ropa, para no quedar desnudo,
y mostrar a los hombres su vergüenza.
Los espíritus logran reunir reyes,
en temible lugar para la guerra,
que se llama en hebreo Armagedón.
El séptimo derramó su copa en el aire.
Del templo y del trono salió una voz potente que decía:
¡Se terminó!
Hubo relámpagos, estampidos y truenos;
hubo un gran terremoto
como no lo ha habido desde que hay hombres en la tierra;
así de violento era el terremoto.
La Gran Ciudad se partió en tres
y se derrumbaron las ciudades de las naciones.
Dios se acordó de Babilonia la Grande
y le hizo beber la copa de la ira de su cólera.
Huyeron todas las islas y no quedaron montañas.
Granizo gigantesco como talentos
cayó del cielo sobre los hombres.
Los hombres blasfemaron de Dios por la plaga de granizo,
que era una plaga terrible.
Nota: La prostituta o Babilonia "es una gran ciudad capitalista, asiento al mismo tiempo de la Religión falsificada. Los Diez Cuernos y las Siete Cabezas - Cabezas añadidas por San Juan a la Visión de la Fiera en Daniel -- son reinos o naciones: diez pequeños reinos que surgirán en los últimos tiempos, (...) que destruirán la Ciudad Ramera y serán luego unificados por el Emperador Plebeyo, en su restauración del Imperio Romano; por lo cual duran poco". (P. Castellani, 1963:97). "El capitalismo moderno en todas sus expresiones ha generado una especie de ideología que hace creer al ser humano que el único absoluto es el dinero, el tener, y al servicio de este absoluto encontramos muchos "adoradores"" (P. Alonso Schökel, 2008:1304)
Ha llegado de pronto un enviado,
e integraba con él a siete seres,
y traían con ellos siete copas,
y él me dijo: "acompáñame pues viene
el anuncio de aquel castigo grave,
de la gran prostituta en esa sede,
a orillas del andar de grandes ríos.
Los reyes de la tierra y sus paredes
fornicaron con ella y los que habitan
los lugares del mundo en que se mecen
se embriagaron bebiendo de aquel vino
de la prostitución en que perecen.
Me llevó en el espíritu al desierto,
y vi que esa mujer halló su especie,
en la Bestia vestida de escarlata.
Y ella está cubierta entre sus vestes,
con leyendas blasfemas y tenía
siete vivas cabezas y en sus sienes,
diez cuernos incrustados se mostraban.
La mujer emergió resplandeciente
y vestida de púrpura escarlata
y con piedras preciosas en sus pieles
y tenía en su mano aquella copa
de oro ya colmada hasta las heces,
de impurezas por su fornicación.
En su frente letal podía leerse:
"Babilonia la grande es esa madre,
de impuras prostitutas que repelen".
Y vi que la mujer se emborrachaba
con la sangre de santos y de fieles,
testigos de Jesús; luego de verla,
quedé paralizado en mis quehaceres.
Y el ángel preguntó: "¿por qué te extrañas?
Yo habré de comentarte lo que vieres,
el misterio falaz de la mujer y
la Bestia a quien rinde sus haberes,
es la Bestia de fétidas cabezas
y también los diez cuernos que estremecen.
Esa Bestia que vieras ya no existe,
pero un día su tez volverá a verse,
al subir del abismo tenebroso
y luego en su vorágine perderse.
Los hombres de la tierra cuyos nombres
no existen en el libro de los fieles,
quedarán sorprendidos cuando vean
el surgir de la Bestia nuevamente.
Las cabezas son siete y representan
esas siete colinas que son sede
donde mora viviente la mujer.
Y también simboliza siete reyes,
cinco de ellos al fin han fenecido,
uno vive y el otro no aparece,
pero es cierto el final que cuando surja,
durará poco tiempo en sus reveses.
La Bestia que existía ya no existe,
y el rey que es el octavo pertenece
al grupo que lo integra y ha surgido
de aquellos que han formado siete reyes.
Los cuernos que tú has visto en esta escena,
sin tener propio reino son diez reyes,
podrán junto a la Bestia recibir
el poder de reinar un tiempo breve.
Todos buscan su real sometimiento
a la Bestia, que esgrime sus poderes.
Ellos luchan aquí contra el Cordero,
más él los vencerá como merecen,
pues él mismo es Señor de los señores
reina como rey sobre los reyes.
Y con él triunfarán también los suyos,
aquellos elegidos que son fieles.
Los ríos donde está la prostituta:
sus reinos y naciones que obedecen.
Los diez cuernos que viste y aún la Bestia,
odiarán con furor a quien se ofrece
como gran prostituta, a quien mofándose
dejarán ya desnuda de sus vestes,
comerán de su carne y por el fuego
habrán de consumir su triste especie.
Pues Dios les ha inspirado que ejecuten
lo que él en sus planes expusiere,
poniéndose de acuerdo en entregar
su poder a la Bestia hasta que cese
el tiempo ya fijado por él mismo,
cumpliendo sus palabras que no mueren.
La mujer que tú viste es la ciudad
que reina en esta hora sobre reyes".
Vi que un ángel bajaba de los cielos
con poder y una luz esplendorosa
que alumbraba la tierra en su fulgor.
Y gritó con potencia: "Babilonia,
la ciudad que era grande ya ha caído,
convertida en refugio de sus sombras:
de demonios y espíritus impuros
y es el nido de aves que destrozan.
Porque todos los pueblos han bebido
de ese vino que embriaga y que sofoca,
los reyes de la tierra han fornicado
con aquella ciudad en sus alcobas,
comerciantes del mundo se han llenado
de riquezas y lujo en sus alforjas".
Enseguida, otra voz oí del cielo:
"ustedes, que son pueblo que me honra,
huyan pronto de aquí de esta ciudad
para no merecer una derrota,
siendo cómplices turbios del pecado
que es fuente de castigos que destrozan.
Páguenle con metal de su moneda,
restribuyan el doble de su sorna,
sirvanlé porción doble de brevaje
que desborde el espacio de su copa.
Provóquenle tormentos y dolor
por su fastuosidad y su deshonra,
porque ella se jacta cuando dice:
me siento como reina y no me tocan,
no soy viuda y jamás sentiré duelo,
poseyendo riquezas que me sobran.
Por eso, en el andar de un solo día,
caerán sobre ella y sus alfombras
el llanto, con la peste y con el hambre,
y será consumida en su lisonja
por el fuego que Dios, en su poder,
ha resuelto enviar a quien se mofa
de su inmensa grandeza y poderío,
que condena al malvado que provoca.
Los reyes de la tierra que pecaron
con ella y compartieron sus escorias,
al mirar la humareda del incendio
llorarán lamentando lo que tocan,
manteniendo su cuerpo en la distancia
ante el duro tormento que avizoran:
¡Ay, ay de la Gran Ciudad, Babilonia la poderosa,
que en una hora se cumplió tu sentencia!
También los comerciantes de la tierra
sufren duelo por ella y así lloran,
porque ya sus preciosas mercancías
expuestas a la venta no se compran.
Has perdido los frutos de tu campo,
no verás ya los aires de tus glorias,
y aquellos traficantes de productos
que ganaron riquezas en tu copa,
alejados serán, y esa distancia
es obra del horror que les provoca
el temor de tormentos afligentes:
¡Ay, ay de la Gran Ciudad,
que se vestía de lino, púrpura y escarlata,
que se enjoyaba con oro, piedras preciosas y perlas!
Tanta riqueza arrasada en una hora.
Capitanes y grandes navegantes,
quienes viven en mares y se agobian
contemplando las olas del incendio,
exclaman a la vez con voz sonora:
"no existía ciudad que se pudiera
comparar con la excelsa Babilonia".
Y arrojándose tierra en su cabeza,
lamentaban la muerte que deploran:
¡Ay, ay de la Gran Ciudad, de cuya abundancia
se enriquecían los que navegan por el mar;
que en una hora ha sido arrasada!
Dios obró con justicia en Babilonia:
que se gocen los cielos y la tierra
por las ruinas que firmes envolvieron
la ciudad idolátrica y perversa;
alégrense los santos, los apóstoles
y el cuerpo de creyentes y profetas,
pues Dios al condenarla hizo justicia
y el Ángel poderoso abrió su brecha
y arrojó, como rueda de molino,
en el mar la dureza de una piedra
con vehemencia sin par mientras decía:
"así será arrojada en esta senda
Babilonia, la mítica ciudad,
que nunca habrá de verse en esta tierra".
No se escuchará en ti sonido de cítaras,
cantores, flautistas y trompetas;
no habrá allí artesanos de ningún oficio;
no se oirá en ti el ruido del molino
ni brillará en ti la luz de la lámpara,
ni se oirá en ti la voz del novio y de la novia.
Tus mercaderes eran grandes del mundo,
con tus hechicerías se extraviaron todas las naciones
En aquella ciudad fue derramada
la sangre de los santos y profetas
por negarse a adorar a toda Bestia.
Y allí surgen las voces clamorosas,
de enorme multitud que celebraba
y, llena de alegría en sus atuendos,
desde el cielo felices exclamaban:
¡Aleluya! A nuestro Dios corresponden
la victoria y la gloria y el poder,
porque son justas y acertadas sus sentencias.
Porque ha condenado a la gran prostituta
que corrompió al mundo con sus inmoralidades
y le ha exigido cuentas de la sangre de sus servidores.
El humo de la urbe se levanta
y llega hasta los siglos de los siglos.
Los veinticuatro ancianos se prosternan
con los seres vivientes que han creído
y exclamaban en voces relevantes:
"Aleluia pues Dios no fue vencido".
Y una voz desde el trono convocaba:
los que quieren a Dios en su camino,
servidores pequeños o más grandes,
alaben al Señor en sus designios.
Y escuché semejanza de clamores
de enorme multitud que ha resurgido
y el estruendo de inmensa catarata,
con violencia de truenos y estallido:
¡Aleluya!
Porque el Señor, nuestro Dios,
el Todopoderoso, ha establecido su Reino.
Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios,
porque han llegado las bodas del Cordero:
su esposa ya se ha preparado,
y la han vestido con lino fino
de blancura resplandeciente.
El lino simboliza buenas obras
de santos que felices han vencido.
Y a partir de esa hora surge el ángel,
que al hombre se dirige repentino:
"Son felices aquellos invitados
al banquete de gloria, que han querido
celebrar esas bodas del Cordero,
que es anuncio del triunfo prometido.
Son estas las palabras del Señor,
a quien debo adorar en mi destino".
Y yo caí a sus pies para adorarlo,
Pero él me advirtió con fuerte dicho:
"Cuidado, no lo hagas porque yo
sólo soy compañero de servicio
de ti y de tus hermanos que poseen
el testimonio fiel de Jesucristo,
testimonio de Jesús es el espíritu
profético que inunda tus destinos.
Es a Dios a quien debes adorar
con profunda humildad en tu camino,
es Jesús profeta de su Padre
y su gloria es la gloria de los hijos".
Luego vi que se abre el nuevo cielo
y aparece un caballo y su blancura.
Su jinete se llama "fiel" "veraz"
y él juzga con justicia en las alturas.
Sus ojos: destellantes como llamas
encendidos en medio de la bruma,
su cabeza: corona de diademas.
Lleva escrito su nombre, que en su hondura,
tan sólo aquel jinete lo descifra.
Vestido, en la pureza que fulgura,
en su manto teñido por la sangre:
testigo del amor que transfigura.
Su nombre es: "la Palabra del Señor",
Lo siguen los ejércitos que luchan
vestidos con la tez del suave lino,
de suprema belleza en su blancura
y montados en límpidos corceles.
De boca del jinete se apresura
una espada que hiere a los paganos.
Y él regirá en su cetro en mano dura
y habrá de pisotear esos racimos
de la ira ardorosa de esa cuba
del Señor que es el Dios omnipotente.
Lleva escrito en el lienzo de su túnica:
"Rey de reyes, Señor de los señores".
Luego, un ángel solemne con su tuba,
en la cima del sol que lo recibe
gritaba con su voz en las alturas
a las aves que vuelan en la espera:
"vayan para volar firme en sus plumas
a la fiesta de Dios que les aguarda
y devoren la carne nauseabunda
de los reyes y grandes capitanes
y de hombres poderosos que pululan,
de caballos ya muertos y jinetes
y la carne de todos los que ambulan,
los esclavos y libres que aparecen
los pequeños y grandes en penuria.
Vi la Bestia y los reyes de la tierra
con sus tropas dispuestas a la lucha
contra el blanco jinete y sus ejércitos.
Y la Bestia fue presa de captura
y tambien se abatió al falso profeta,
aquél que realizaba, en voz oscura,
los prodigios que viera en la otra Bestia,
que pudo reducir en su estatura
a quienes con la marca de la Bestia
adoraban su vida y su impostura.
Y ambos fueron al fuego, conducidos
en estanque de azufre que tritura.
Los otros por la espada del jinete
fueron muertos pagando propias culpas
y los buitres comieron de su carne
y saciaron su hambre en la espesura.
Nota: A partir del anuncio de "los mil años" se han tejido conjeturas y doctrinas "milenaristas" más firmes o más atenuadas. La Iglesia ha declarado que un reinado del Señor en forma corporal o visible no puede enseñarse con seguridad (cf. Mons. Straubinger, 1946:384). Lo que sí es evidente: el anticristo como príncipe de este mundo será destruido, destronado por el poder de Cristo Rey del Universo.
Vi un ángel que bajaba del cielo
con la llave del abismo y una enorme cadena en la mano.
Sujetó al dragón, la serpiente primitiva,
que es el Diablo y Satanás, lo encadenó por mil años
y lo arrojó al abismo. Cerró y selló por fuera,
para que no extravíe a las naciones
hasta que se cumplan los mil años.
Después lo han de soltar por breve tiempo.
Vimos tronos y aquellos que sentados,
recibieron poder para hacer juicio.
Y también pude ver a muchas almas
de aquéllos que murieron en martirio,
por dar su testimonio de Jesús,
fieles a la palabra que han oído
y a todos los que firmes se negaron,
a adorar a la Bestia en su recinto;
ellos nunca aceptaron en su mano
ni en el pecho la marca del maligno.
Revivieron sabiendo que en mil años,
reinarán jubilosos con su Cristo.
Es ésta la primer resurrección,
y los otros que aún no han revivido
surgirán de la muerte en el final.
¡Felices los que gozan resurgidos,
en aquella feliz resurrección!
Y la muerte segunda no ha podido
condenarlos, pues ellos con ardor,
al supremo combate lo han vencido:
serán los sacerdotes del Señor
mil años reinarán con Jesucristo.
Nota: "Llega el ataque final, personificado en Gog y Magog (cfr. Ez 38), proverbial símbolo de todas las potencias hostiles al pueblo de Dios. (...) Por fin, es destruido el Diablo, el gran instigador y padre de la mentira, el origen de todo mal en la historia, quien ha deshumanizado a la humanidad y perseguido a la Iglesia. Es arrojado por la fuerza suprema de Dios al foso de fuego y azufre. El Apocalipsis añade que también allí se encuentran sus engendros: la primera fiera [Bestia] y la segunda fiera, o falso profeta." (P. Alonso Schökel, 2008:2032)
Cumplidos los mil años satanás,
saldrá a seducir a todo el pueblo,
dejando la prisión durante días.
Por ver los cuatro extremos de este suelo,
hasta Gog y Magog para adiestrarlos,
por quitar a los hombres de su credo.
Será grande su número y parecen
ser arenas del mar en ese evento;
marcharán por la tierra toda entera,
y a los santos en propio campamento,
la Ciudad tan amada del Señor
que siempre es defendida por su dueño.
Más vendrá de lo alto en un instante,
cual ira del Señor ardiente fuego,
y podrá consumir a las milicias.
El diablo seductor, en su momento,
arrojado será por su perfidia,
al estanque que tiene azufre y fuego,
donde mora la Bestia y el profeta,
torturados en aras de lo eterno,
día y noche en castigo por sus obras.
Vi un trono grande y blanco y a uno sentado en él.
De su presencia huyeron la tierra y el cielo sin dejar rastro.
Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono.
Se abrieron los libros, y se abrió también el libro de la vida.
Los muertos fueron juzgados por sus obras,
según lo escrito en los libros.
El mar devolvió sus muertos.
Muerte y abismo devolvieron sus muertos,
y cada uno fue juzgado según sus obras.
Muerte y abismo fueron arrojados al foso de fuego
-ésta es la muerte segunda, el foso de fuego-.
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva.
El primer cielo y la primera tierra
habían desaparecido, el mar ya no existe.
Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén,
bajando del cielo, de Dios, preparada como novia
que se arregla para el novio.
Oí una voz potente que salía del trono:
Mira la morada de Dios entre los hombres:
habitará con ellos; ellos serán su pueblo
y Dios mismo estará con ellos.
Les secará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte
Ni pena ni llanto ni dolor.
Todo lo antiguo ha pasado.
El que estaba sentado en el trono dijo:
Mira, yo hago nuevas todas las cosas.
Y añadió: Escribe, que estas palabras mías
son verdaderas y dignas de fe. Y me dijo:
Se terminó. Yo [soy] el alfa y la omega,
El principio y el fin. Al sediento le daré a beber
gratuitamente del manantial de la vida.
El vencedor heredará todo esto.
Yo seré su Dios y él será mi hijo.
En cambio, los cobardes y desconfiados,
los depravados y asesinos, los lujuriosos y hechiceros,
los idólatras y embusteros de toda clase
tendrán su lote en el foso de fuego y azufre ardiente
-que es la muerte segunda-.
Se acercó uno de los siete ángeles
que tenían las siete copas llenas de las últimas plagas
y me habló así: Ven que te enseñaré la novia,
la esposa del Cordero.
Me trasladó en éxtasis a una montaña grande y elevada
y me mostró la Ciudad Santa, Jerusalén,
que bajaba del cielo, de Dios,
resplandeciente con la gloria de Dios.
Brillaba como piedra preciosa, como jaspe cristalino.
Tenía una muralla grande y alta,
con doce puertas y doce ángeles en las puertas,
y grabados [los nombres] de las doce tribus de Israel.
A oriente tres puertas, al norte tres puertas,
al sur tres puertas, a occidente tres puertas.
La muralla de la ciudad tiene doce piedras de cimiento,
que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
El que hablaba conmigo tenía una caña de medir de oro,
para medir la ciudad y las puertas y la muralla.
La ciudad tiene un trazado cuadrangular,
igual de ancho que de largo.
Midió con la caña la ciudad: doce mil estadios:
igual en longitud, anchura y altura.
Midió la muralla: ciento cuarenta y cuatro codos,
en la medida humana que usaba el ángel.
El aparejo de la muralla era de jaspe,
la ciudad de oro puro, límpido como cristal.
Los cimientos de la muralla de la ciudad
están adornados con piedras preciosas.
El primer cimiento de jaspe, el segundo de zafiro,
el tercero de calcedonia, el cuarto de esmeralda,
el quinto de ónice, el sexto de cornalina,
el séptimo de crisólito, el octavo de berilo,
el noveno de topacio, el décimo de crisopraso,
el undécimo de turquesa, el duodécimo de amatista.
Las doce puertas son doce perlas,
cada puerta una sola perla.
Las calles de la ciudad pavimentadas
de oro puro, límpido como cristal.
No vi en ella templo alguno, porque el Señor Dios
Todopoderoso y el Cordero son su templo.
La ciudad no necesita que la ilumine el sol ni la luna,
porque la ilumina la gloria de Dios,
y su lámpara es el Cordero.
A su luz caminarán las naciones,
y los reyes del mundo le llevarán sus riquezas.
Sus puertas no se cerrarán de día.
No existirá en ella la noche.
Le traerán la riqueza y el esplendor de las naciones.
No entrará en ella nada profano,
ni depravados ni mentirosos;
sólo entrarán los inscritos en el libro
de la vida del Cordero.
Pude ver con mis ojos anhelantes,
un río de agua viva, mostrando en su fachada
la claridad del cristal,
y manaba del trono de Dios y del Cordero,
en medio de la plaza,
y en las laderas del río,
se encontraba aquel árbol de la vida,
fecundo en los frutales,
y sanando en sus hojas al enfermo,
ya nunca existirá la maldición,
porque Dios y el Cordero,
se sentarán en ella,
y tendrán el servicio de los siervos,
y verán su cara
y el nombre de él sobre su frente,
y ya no habrá más sombras de la noche,
y tampoco habrá luces de una antorcha,
ni tampoco del sol por cuanto Dios,
alumbra las tinieblas como Rey
y su reino serán siglos y siglos
Me dijo: Estas palabras son verdaderas y fidedignas.
El Señor, Dios de los espíritus proféticos,
envió a su ángel para mostrar
a sus siervos lo que ha de suceder en breve.
Mira que llego pronto.
Dichoso el que guarde las palabras proféticas de este libro.
Yo soy Juan, el que ha oído y visto esto.
Al escuchar y mirar, me postré a los pies del ángel
que me lo enseñaba para adorarlo.
El ángel me dijo: "cuidado no me adores
yo soy tu compañero de servicio
de tus hermanos profetas
de todos aquellos que vivieron
fielmente las palabras de este libro
es a Dios a quien debes adorar".
Y el ángel agregó: "no mantengas ocultas
las palabras de este libro
pues ellas son proféticas
y el tiempo tan escaso".
Yo, Jesús, envié a mi ángel a ustedes
con este testimonio acerca de las Iglesias.
Yo soy el retoño que desciende de David,
el astro brillante de la mañana.
El Espíritu y la novia dicen: Ven.
El que escuche diga: Ven.
Quien tenga sed venga, quien quiera recibirá
sin que le cueste nada agua de vida.
Yo amonesto a los que escuchan
las palabras proféticas de este libro:
Si alguien añade algo, Dios le añadirá
las plagas escritas en este libro.
Si alguien quita algo de las palabras proféticas de este libro,
Dios le quitará su participación en el árbol de la vida
y en la Ciudad Santa, que se describen en este libro.
El que atestigua todo esto dice: Sí,
vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús.
La gracia del Señor Jesús esté con todos.
Amén.
El hombre vive la esperanza
de recrear su propia vida en esta tierra
pues nacerá aquel cielo nuevo
y nueva tierra que el Señor nos prometiera
ha sido Cristo el vencedor
que al enemigo destronara con su diestra
para que el hijo pueda ver
aquel amor del Padre bueno que me enseña
las alegrías de la gloria
que ya comienza en este sueño cuando riega
con esa gracia bautismal
al hombre frágil que camina por su senda
el enemigo busca escollos
para que el hombre en sus pisadas y en sus huellas
pueda caer en el abismo
como él cayó cuando negara su obediencia
la humanidad vive espectante
porque el Señor en su venida nos aleja
de todo mal y toda culpa
para vivir en el amor y en la certeza
de que veremos ese rostro
que nos promete contemplar en su pradera
hoy te decimos Oh Señor
ven pronto a darnos tu alegría verdadera
Ven pronto, Sí, Señor Jesús
y has que sepamos aguardar la tierra nueva
Alonso Schökel, Luis et alii. 2008. La Biblia de nuestro Pueblo (Biblia del Peregrino América Latina). Bilbao: ed. Mensajero
Castellani, Leonardo. 1963. El Apokalipsis de San Juan. Buenos Aires: ed. Paulinas
Levoratti, Armando Jorge. 2006. El Libro de la Nueva Alianza. Buenos Aires: ed. Paulinas.
Straubinger, Juan. 1946. Nuevo Testamento. Buenos Aires: ed. Guadalupe